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vol 10 • 2011

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Rizoma freireano 10. Educación, globalización neoliberal y desigualdades

Rizoma freireano 10. Educación, globalización neoliberal y desigualdades

Marina Aparicio Barberán, IGOP/Universitat Autónoma de Barcelona

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“Todo acto educativo es un acto político”

Paulo Freire

En el número 8 ya abordábamos algunas tendencias referentes a las relaciones existentes entre estos conceptos y sus prácticas y la tendencia unidimensional a pensar los males de la educación, y de los dispositivos en torno a ella, como conformados exclusivamente por el neoliberalismo y, sobre todo, a la inercia que supone este tipo de análisis y muy especialmente las prácticas que llevan en su interior.

A pesar de eso la doctrina neoliberal como ideología contiene o actúa testa la base de diversas políticas macroeconómicas, entre los cuales están las que se consideran estructuradoras de su discurso, las políticas restrictivas de tipo monetario, las fiscales... y, sobretodo, y como principios básicos de estas, el principio liberalizador, el de la privatización y el de desregulación muy especialmente de los servicios públicos como la educación y los relacionados con el cuidado de los y las personas, cuestión que implica una intensa y extensa desigualdad.

Es en este contexto en el que se comienza a desarrollar una tendencia creciente en la globalización, con una fuerte carga de desigualdad, que promueve la expansión del capitalismo tradicional y conservador, y al mismo tiempo un nuevo tipos, centrado en la inmaterialidad del trabajo, homogeneizador de las economías, que funciona desde el objetivo de la acumulación de capital, buscando el aumento de los beneficios económicos en contra los derechos personales y sociales y, sobretodo, subsumiendo la sociedad toda en el capital. De esta manera, las diversas empresas transnacionales –empresas que deciden expandirse, buscando un mayor beneficio y, por tanto, aumentar su acumulación de capital– sitúan la democracia realmente existente con una fuerte tendencia en relación a una democracia de baja intensidad y formas de gobierno autoritarias, un tipo de fascismo blanco, blando y viscoso que todo lo invade, buscando el desarrollo de políticas públicas y sociales que garanticen los flujos capitalistas en el mundo global, mediante una globalización económica y la estabilización de la economía a través del control absoluto por parte de las élites.

Este fenómeno que puede parecer, en un primer momento, ajeno a los Estados, no lo es. Hemos de ser conscientes que las empresas –mal denominadas multinacionales– que actúan con la lógica neoliberal lejos de no tener un Estado principal, la tienen, es por esto, que han de funcionar según la regulación, bases, principios y leyes de éste, y son los mismos Estados los que se ‘venden’ al paradigma e ideología neoliberal, adoptando políticas ‘asociales’, y hasta ‘anti-sociales’, que producen, activamente, desigualdades y esta producción se realiza de una manera educativa y moral desde los establecimientos educativos, desde las instituciones del entretenimiento –audiovisual, digital...–, desde el tejido asociativo mal denominado no gubernamental... y también del proceso inherente de mercantilizar la educación (cheques escolares, deducciones fiscales y préstamos educativos, conciertos económicos a los centres privados, etc. que significan realmente una privatización débil pero que abre la puerta a la mercantilización fuerte y total: veamos como ejemplo las políticas públicas realizadas en el Estado español como ejemplo) y la vida fabricando dualizaciones de los sistemas educativos, y al mismo tiempo de la sociedad, deprivaciones culturales que, en definitiva, buscan adecuar la educación y las escuelas a las nuevas exigencias del espíritu del capital y que los efectos más visibles los enumera Ricardo Petrella:

“Se trata de trampas a las que están confrontadas no solo el mundo educativo sino también el conjunto de actores de nuestra sociedad. Estas son:

  1. La educación por el recurso humano. Tomándola no como educación por y para el ser humano sino en términos de comercio, o cómo la educación ha sido sumisa ante la lógica de la economía capitalista de mercado.
  2. La educación como instrumento de supervivencia en la era de la competitividad mundial, o cómo ha sido trasformada en un lugar donde se aprende una cultura de guerra (ha triunfado por encima de las otras y en su lugar) más que una cultura de vida (para vivir junto con los otros con intereses comunes).
  3. La educación al servicio de la tecnología.
  4. Por qué la tecnocracia se está apoderando del poder de dar sentido y dirección al conocimiento y a la educación en la igualdad y la equidad.
  5. O cómo en la sociedad del conocimiento (que considera este sobre todo como la fuente principal de creación de la riqueza en la actual sociedad capitalista de mercado mundial), el sistema educativo es utilizado como medio de legitimación de nuevas formas de estratificación y de división social.” [1]

Desde el punto de vista de diversos autores, esta hipótesis que se apunta, tiene el objetivo ‘de esconder’ el desarrollo de políticas neoliberales en el campo de la educación con la finalidad de sustraerla del ámbito público y común, que se justifican como las únicas posibles dentro de este contexto global, hipótesis del todo irreales. Es así como se genera un tópico no real que lleva a la desconfianza de la capacidad de intervención estatal primero y finalmente al anondamiento de su capacidad de gestión para la ciudadanía en su totalidad, a una dinámica de aceptación de la situación –dejando de buscar una alternativa, una globalización alternativa, a la globalización neoliberal, que desde las élites están imponiéndonos– y, además, despotencializando la capacidad creadora y emancipadora de las mujeres y los hombres, y de sus organizaciones, asociaciones y colectivos. Es una especie de círculo vicioso que se alimenta de la desinformación y la aceptación de esta idea que, poco a poco, ha ido introduciéndose en las sociedades por las mismas clases globalizadoras. Una globalización que no es el resultado ni del desarrollo social, ni tampoco del tecnológico [2], sino que son las mismas decisiones políticas las que condicionan que la globalización se desarrollo, de una manera o de otra; es lo político lo que realmente determina el desarrollo económico, y por tanto, la globalización neoliberal en la que vivimos –y no al contrario–.

De aquí podemos desarrollar el hecho de que desde que emerge este proceso, las desigualdades sociales, tanto dentro de un país como entre países desarrollados y subdesarrollados, para utilizar una conceptuación obsoleta, ha ido, no solo en aumento, sino que han pasado a ser permanentes. La lógica de la globalización, como hemos comentado con anterioridad se basa en las políticas neoliberales, que apuestan por un capitalismo [3] basado en la sobreproducción, la distribución singular de esta sobreproducción y el consumismo inherente y diferenciador que suscita y necesita, en detrimento de la satisfacción de las necesidades básicas de las personas –una economía totalmente opuesta a una economía social–.

Esta es la lógica de mercado que genera las grandes desigualdades sociales que se generan dentro de los países, y como he dicho anteriormente, en todo el mundo. Y, en ámbito de la educación, se expresa en primer lugar como sumisión a la lógica perversa y conversa de la economía capitalista: entrada de la lógica del beneficio, de la organización capitalista, de la rentabilidad dineraria, etc.; transferencias de recursos económicos del campo público y social al ámbito privado; desregulación del Estado de Bienestar social y regulación capitalista de las relaciones, patrocinios empresariales privados (como no recordar las campañas, en diferentes territorios del mundo, de adopción de una escuela), la irrupción de la empresa y las corporaciones a los sistemas educativos: comedores, guarderías, etc.; y, en segundo lugar, como medio de legitimización de esta nueva lógica así como de las nuevas formas de división y estratificación social y, con ellas, de la asunción de las viejas y nuevas desigualdades en la recomposición banal, superficial y absolutamente economicista del imaginario singular y social.

En el ámbito estrictamente económico la lógica globalizadora y neoliberal también funciona así. En primer lugar, y atendiendo el ámbito más estatal, está claro que la base de la globalización es la autorregulación del mercado –por encima de la soberanía de los ciudadanos, imponiendo el darwinismo social en su plenitud que elimina todo rastro de solidaridad, basándose en la competitividad máxima y en la supervivencia del más fuerte en la sociedad– bajo los dictámenes del capitalismo, un capitalismo que combina la materialidad y la inmaterialidad de la producción y la reproducción y en el proceso de su desarrollo genera un crecimiento desigual en todos los ámbitos posibles –social, trabajo, cultural, económico...–.

En segundo lugar, cabe mencionar que conjuntamente con la evolución de la globalización, se generan unas dinámicas de supremacía de aquellos Estados que tienen un mayor poder económico. De esta manera encontramos que los estados desarrollados absorben el crecimiento económico que países del Tercer mundo podrían haber realizar, el Norte se convierte en el centro de las relaciones y en el territorio de acumulación de capital por excelencia. Es así como se generan parte de las desigualdades sociales entre países, la dependencia por parte de los países menos desarrollados es total, entrando en una dinámica de no poder hacer frente a la globalización y teniendo que adaptarse a la lógica que desde los más poderosos se les está imponiendo, mundializando el capitalismo y enriqueciéndose aquellos países que, ya históricamente, han tenido una fuerza mayor, no solo económicamente.

Un error muy común es el hecho de que se piensa que las desigualdades sociales que se están generando son consecuencia directa del fenómeno de la globalización, no es así, las desigualdades sociales que se fijan en la sociedad son consecuencia de este tipo de globalización, que como he mencionado anteriormente, está ligada al tipo de políticas desarrolladas y puestas en práctica, es decir, son consecuencia directa de las políticas neoliberales que a lo largo del tiempo –desde los 80– se han ido desarrollando, tomando como uno de sus pilares el incremento de las desigualdades sociales.

Políticas neoliberales que favorecen las clases más adineradas, políticas que favorecen la inversión financiera-productiva y el crecimiento económico. Políticas que lejos de solucionar problemas de desarrollo y desigualdades, agravando y polarizando de manera creciente los sectores sociales, aportando una ventaja clara a los especuladores.

Cabe señalar que estas desigualdades y desigualdades hacen que la pobreza se incremente de forma increíble, generando una disgregación social caso impensable. Es por esto que cabe decir que, es más un fenómeno político que no un determinismo económico lo que realmente determina las desigualdades que se desarrollan en los países: es la política, la política y no la economía, tanto en el ámbito económico como en el educativo pasando por el sociocultural.

La actual globalización está implicando un menor crecimiento económico, siendo más difícil la formación de capital, el paro se incrementa de forma estructural, el nivel educativo de los ciudadanos y ciudadanas pasa a ser insuficiente –siempre–, los desequilibrios económicos están en el orden del día –incrementándose sin intenciones aparentes de dejar de hacerlo–, la intervención del Estado, como ya he señalado, es prácticamente nula, favoreciendo la regulación empresarial, y por tanto nada democrática, el incremento de la riqueza está concentrado en aquellos países que tienen la suficiente capacidad como para ejercer un proteccionismo sobre sus productos y obligando de esta manera a los países menos desarrollados a abrir sus fronteras y a dejarse explotar por el Norte, por último, este incremento de la concentración de la riqueza lleva a una concentración también de las desigualdades, del malestar y la pobreza en otros países y el eje global del nuevo espíritu del capitalismo recorre tanto el Norte –donde se configuran sures de diferentes tipos: económicos, socioculturales...– como el Sur.

La globalización implica necesariamente una competitividad continuada –una de las características principales del neoliberalismo que guía la vida diaria de cada uno de nosotros–, transformando la educación en una ‘cadena de formación’ –o desde mi punto de vista, de deformación [4]– de productos que una vez acabados pasan al mercado laboral, mercancía que también está sometida a las reglas del mercado y, entre otras razones, suscitan una cierta imposibilidad de la democracia y la ciudadanía pues los dispositivos educativos, y las mujeres y los hombres que en ellos aprenden, son dependientes de estas leyes del mercado que otorgan valor monetario y mercantil mediante su disciplinarización: educativa y sociocultural en primer lugar y, en segundo lugar, dineraria, para las y los estudiantes; al revés para el profesorado, quedando dañada la variable compleja de libertad de pensamiento-reflexión crítica-horizonte de verdad obra ética y política.

Esta cadena de formación, continua su camino desde las recomendaciones, tanto de la OMC –defendiendo la compra/venta de la educación como una mercadería más y la liberalización de este servicio– como del Banco Mundial –desde donde se recomienda la privatización y la gestión empresarial de los centres educativos–, que tienen como objetivo principal rentabilizar los gastos y aumentar la eficiencia, en este caso, de las persones, tratándose como réplicas humanas de una máquina, como de la OCDE, desde donde se propagan diferentes políticas educativas –todas ellas a merced de la economía–, como pueden ser los diversos indicadores de PISA que intentan evaluar las diferentes capacidades de los y las estudiantes con las mismas pruebas, para hacer más tarde una lista de la calidad educativa existente [5]. El sistema educativo establecido no es un sistema educativo de aprendizaje-enseñanza real donde todas las personas implicadas en él educan y son educados al mismo tiempo, materializándose y verificándose que “Todo acto educativo es un acto político” [6], o como señala Castoriadis: “…el objeto de la verdadera política es transformar las instituciones, pero transformarlas de tal manera que estas instituciones puedan educar a los individuos en el sentido de la autonomía. (…) Solo una colectividad autónoma puede formar individuos autónomos –y viceversa.” [7]

Hemos de entender la educación como una práctica de libertad, como una dimensión donde la acción cultural esté presente, donde se inicie en la alfabetización y se propicie el reencuentro de todas las formas culturales existentes en el territorio y fuera de él. La educación es, y tendría que continuar siendo, el elemento principal que inicie en cambio, la trasformación y, por tanto, el crecimiento de todos los seres humanos. Como decía Freire un acto de amor, un acto de valor.

A lo largo del tiempo en el que se han ido implantando las políticas neoliberales, hemos ido perdiendo muchas de los instrumentos, de los dispositivos socioeconómicos y de los derechos que durante muchos años hemos ido adquiriendo y construyendo, que estaban –y están– presentes en los Estados de bienestar y sociales que se han ido generando –aunque insuficientes e imperfectas, pero en continua evolución–, fruto de las luchas de los trabajadores y de las trabajadoras y de sus organizaciones.

Estamos en un círculo vicioso del que parece que no podemos salir. ¿Cómo salir de esta situación límite cuando todos los gobiernos se han adaptado a esta globalización que guía cada una de las acciones políticas que se llevan a término? Todos ellos han optado por aplicar las políticas públicas neoliberales, más o menos intensamente según el color del gobierno, sin plantearse, o puede que sí, hacia donde nos conducen o cómo afectan a los sectores y ámbitos más frágiles de la sociedad mundial. Es difícil hacer cambiar un sistema que está interiorizado, y que como ciudadanos simplemente hemos ‘seguido’ en una deriva mortal; pero no es imposible: “... en la resistencia que nos preserva vivos, en la comprensión del futuro como problema y en la vocación para ser más... encontramos fundamentos para nuestra rebeldía y no para nuestra resignación... No es en la resignación que nos afirmamos, sino en la rebeldía frente a las injusticias... cambiar es difícil pero es posible.” [8]

Es necesario un cambio de paradigma, un cambio de pensamiento, para encaminarnos hacia la sostenibilidad, priorizando desde el primer momento la equidad y la justicia social, y no el crecimiento económico como se está haciendo actualmente. Organizando a la sociedad de forma que cualquier ciudadano goce de la condición de igualdad desde el momento de su nacimiento y de partida, igualdad para poder desarrollar sus facultades, una organización donde no tenga lugar la explotación de las mujeres, de los hombres y de la naturaleza, y donde todos puedan gozar de la riqueza que ha conseguido con su trabajo diario. Es saber que no es la única globalización posible, es pensar que no estamos en una situación de determinismo económico, es saber i ser conscientes de que el neoliberalismo es una doctrina depredadora que solo favorece a aquellas personas con más influencia –ya no solo económica–, es intentar generar un cambio y una transformación, necesaria y urgente.

Finalmente [9], la definición que Aristóteles realizó del hombre como un ser viviente político y anteriormente la excepcional afirmación de Sófocles: “Se ha enseñado a sí mismo la palabra y el pensamiento que es como el viento y las pasiones instituyentes”, suscitan e imbrican la condición y el prerrequisito imprescindible de la educación para concretar, por una parte, el propio proyecto y proceso político, singular y común, en el cual estamos inmersos los seres humanos y, por otra, que este proyecto y proceso están siempre situados en una ciudad y que, por tanto, la mujer y el hombre vivimos como ciudadanos y este vivir como ciudadanos requiere una sociedad democrática y al mismo tiempo una paideia democrática: “No puede haber una sociedad democrática sin paideia democrática” la cual cosa implica que las mujeres y los hombres “solo pueden ser formados en y mediante una paideia democrática, y esta no crece como una planta, sino que ha de ser una preocupación política central (...) el objetivo de la cual era formar, desarrollar en todas las correspondientes capacidades y así hacer efectivo en la medida de lo posible el postulado de la igualdad política.” [10]

De esta manera, la educación es la clave medular de una sociedad democrática pero esta ha de ser también democrática, cuestión indispensable y doble, la cual en estos momentos no se ha cumplido y, además, está llevando a la casi disolución total de la entidad y la institución ciudadana, política... y también la educativa. Por tanto las relaciones entre educación, globalización neoliberal, desigualdades y política son las que condicionen las características y las calidades, las actividades y las opiniones, los procedimientos y la dimensión ética... de los hombres y de las mujeres en un contexto social específico que, además, materializa y verifica la posibilidad de conformar experiencias emancipadores y libertarias para parte de los hombres y las mujeres: en cualquier momento y en cualquier lugar, más allá del neoliberalismo y de cualquier otra doctrina perversa.


[1] PETRELLA, Riccardo (2000). La enseñanza tomada como rehén. Cinco trampas tendidas a la educación en: Le Monde Diplomatique, Año V, No. 60, Madrid, octubre/2000.

[2] http://laberinto.uma.es/

[3] Capitalismo que tiene como único objetivo el beneficio, sin tener en cuenta las situaciones cuotidianas que las y los ciudadanos están ‘condenados’ a vivir y pone a trabajar, literalmente, la vida.

[4] Podemos encontrar dos tipos de estudiantes, por una parte, los que abordan la materia desde la tecnología, es decir, ‘cojo todos los apuntes y me los aprendo como si fuera una réplica humana de una máquina’, y por otra, los que optan por actuar como personas que son, con capacidad de reflexionar, es decir, desde el entendimiento del contenido –mucho más fructífero, desde mi punto de vista–. Desgraciadamente, o no, como aquella frase que dice: ‘para gustos, colores’, los profesores también tienen sus preferencias en el momento de hacerle un examen... Es en este momento, en el que te das cuenta que la mayoría de ellos y ellas quieren una copia completa del que decían sus apuntes, el libro que recomendaron... dejando una imprenta única en la cabeza de los y de las estudiantes: “¿qué quiero? Aprobar. ¿Qué hago? Lo necesario para conseguirlo. ¿Cómo lo quieren?, ¿de memoria? De memoria entonces”. Deformando de esta manera los principales objetivos que tienen los y las estudiantes.

[5] Definiendo de forma indirecta qué es calidad en la educación, y por tanto, dirigiendo previamente los programas curriculares.

[6] FREIRE, Paulo (2008). L’educació com a pràctica de la llibertat. Edicions del CREC.Xàtiva.

[7] CASTORIADIS, Cornelius (2002). Figuras de lo pensable. Fondo de cultura económica.Mèxico.

[8] FREIRE, Paulo (2003). Pedagogia de l’autonomia. Edicions del CREC. Xàtiva

[9] Como señalaba en: ‘Educación, acontecimeinto y praxis’, texto introductorio de: GUTIÉRREZ PÉREZ, Francisco (2011). La educación como praxis política. Diaólogs-red –L’Ullal Edicions. Xàtiva

[10] CASTORIADIS, Cornelius (1998). El ascenso de la insignificancia. Ediciones Cátedra. Madrid.


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