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vol 34 • 2023

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Lecciones compartidas: la importancia de aprender y cambiar juntos

Lecciones compartidas: la importancia de aprender y cambiar juntos [1]

Francesco Vittori, Universidad de Verona, TiLT | Territori in Libera Transizione

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Abstract

The discussion on ecological transition revolves around a few unshakable cornerstones: the economic growth, the centrality of the market, the defense of the Western lifestyle, the unquestioned faith in technology; the de-politicization of the politics and the underlying anthropocentrism. However, no real socio-ecological transitions are viable within such a conservative and adaptive framework. Thus, it is urgent to open up to unprecedented questions and perspectives, push we off the usual tracks, and cultivate new “heresies” able to prefigure an integral socio-ecological transformation. This paper would shed lights on some community-based initiatives and social movement organizations that are educating and engaging young and adult citizens to practice and address the present toward a more sustainable future.

Palabras clave:

Ecological transition; community of practice; social movement; education; critical pedagogy.


Introducción

Durante años hemos sido testigos de la sucesión de crisis económicas, sociales, humanitarias y políticas. La crisis económica y financiera de 2008-09 es un hito que ha llevado a trastornos sin precedentes. Las instituciones y la geopolítica mundial han cambiado. La actual crisis pandémica también está cambiando nuestros hábitos, comportamientos y nuestra forma de estar con los demás. El cierre forzado en nuestros hogares, la diatriba entre sí / novax, el choque entre libertades individuales y derechos sociales: la pandemia de Covid-19 es una aglomeración de todo esto.

La crisis económica, política, climática y pandémica son todas las caras de la crisis social sistémica y multidimensional que hemos estado experimentando durante más de una década (Castells et al., 2012). Si Ulrich Beck (1992) mostró cómo la sociedad, tras la modernización, se articuló en torno al concepto de riesgo, hoy nuestra forma de actuar, vivir y pensar se despliega en torno a las emergencias/crisis que tenemos que enfrentar y a las que es necesario activar respuestas efectivas (de Sousa Santos, 2020). Entre estos, la emergencia climática y ecológica se encuentra entre las más urgentes. Es la catástrofe anunciada para la que nos hemos estado preparando durante algún tiempo. Para enfrentar esta crisis sin precedentes encontramos una clase dominante no suficientemente preparada para dirigir a la sociedad hacia un cambio o hacia respuestas consistentes con la dimensión crítica de la pregunta. En todo esto, las desigualdades sociales aumentan. La pandemia de Covid-19 ha ampliado aún más la brecha entre ricos y pobres. En abril de 2021, la OMS declaró que, debido al Covid, hay entre 119 y 124 millones de nuevas personas pobres necesitadas y el virus ha exacerbado aún más las desigualdades dentro de los países y entre los países (Patel et. al. 2020), entre quienes tienen acceso a la asistencia social y quienes no, generando desempleo y desigualdad de género (Czymara et al., 2021). A nivel cultural, las nuevas TIC, aunque preveían una ampliación del ágora, no garantizaban el espacio de “democracia digital” tan deseado. Pero si la política y el discurso público han pasado de las movilizaciones masivas y callejeras a la política postdemocrática compuesta por carteles electorales, partidos ad personam, blogs y redes sociales como un “campo de batalla”, también es cierto que la sociedad civil se ha reorganizado. Ha traído innovación social, ha construido alternativas viables y futuros posibles en la vida cotidiana y, en algunos casos, incluso a nivel institucional. La sociedad ha tomado medidas previendo el riesgo y la emergencia de la catástrofe climática, económica, política y cultural que se materializó rápidamente. Si hoy la “retórica de la sostenibilidad” está en el centro del debate público, parte del mérito es de toda esa galaxia de iniciativas que han denunciado y se han opuesto a la agresividad y al extractivismo capitalista-industrial responsable del desastre ambiental. Esta sucesión de alternativas posibles en las formas de vivir, producir, habitar el planeta han echado raíces en la sociedad como “herejías”, como cultos prohibidos por el dogma absolutista del crecimiento infinito y las creencias neoliberales. Estas herejías se han desarrollado en diferentes esferas de la economía y la sociedad. Pensemos, por ejemplo, en el movimiento por la justicia global: una constelación de experiencias heterogéneas, unidas por un objetivo común, que es hacer que la globalización sea más humana, sostenible y justa. Esta movilización reunió realidades que por primera vez reunieron realidades como católicas, tercermundistas y anarcolibertarias. De Seattle, a Génova, al Foro de Porto Alegre bajo el lema de “otro mundo es posible” (Della Porta, 2007). Al adoptar repertorios de acción vinculados al uso político del consumo y la revisión del estilo de vida, estas organizaciones del movimiento han asegurado que la teoría y la práctica dialoguen. El consumo alternativo y los boicots se han convertido posteriormente en laboratorios de ciudadanía en diálogo con los territorios y con la política local. Pensemos en las llamadas [2] Redes Alimentarias Alternativas que geógrafos, sociólogos y economistas agrarios han estudiado para analizar el progresivo fortalecimiento de un modelo de abastecimiento agroalimentario fuera de los canales convencionales. Piensa en las diferentes formas de habitar el planeta como ecoaldeas, condominios solidarios, comunidades y espacios urbanos autogestionados. Mire las experiencias más recientes de cogeneración de energía, como las cooperativas y las comunidades energéticas. Existen numerosas herejías practicadas y prefiguradoras que hoy recogen el legado político y cultural de los movimientos surgidos entre finales de los noventa y el nuevo milenio, que han sembrado pensamientos y prácticas ecológicas en la sociedad.

Lo que esta contribución quiere agregar al debate actual es la importancia de difundir y compartir el conocimiento dentro de estas herejías transformadoras. La práctica y la autoeducación entre los adultos son el alma y el impulso para la difusión de las nuevas tecnologías sociales (De Vita y Bertell, 2018). Este carácter pedagógico nos llega desde las epistemologías del Sur, desde los movimientos sociales obligados a luchar contra el avance del capitalismo más brutal. El ejemplo más conocido es quizás el de la experiencia del Movimento dos Trabalhadores Sem Terra(MST). Los testimonios provenientes del Sur muestran cómo el conocimiento comunitario es la clave para la conciencia, la autodeterminación y la realización del pensamiento y la visión futura del mundo. El poder de la educación informal practicada dentro de las economías alternativas ha llevado a cambios reconocibles en la sociedad. Esto no solo a nivel micro con el aumento de la conciencia de los ciudadanos, sino también con la difusión progresiva de discursos que ahora se han hecho públicos. Entonces, ¿por qué sigue siendo necesario cultivar y educar a los ciudadanos “desde abajo” hacia nuevos estilos de vida, nuevas conciencias y prácticas? Para dar respuesta a esta pregunta, a partir de la idea de Comunidad de Práctica (CdP), recorreremos algunas experiencias de movimiento que han colocado en el centro de la acción política la dimensión del aprendizaje y, por lo tanto, de la creación colectiva y comunitaria de significados, pertenencia y participación, para mostrar cómo en las movilizaciones contemporáneas esta dimensión pedagógica es la premisa necesaria para construir una visión compartida y plural de un futuro posible y alternativa al statu quo.

Comunidades de práctica que aprenden: el ejemplo de los Presupuestos de Justicia

Las Comunidades de Práctica (CdP) son grupos de agregados que tienen como objetivo generar conocimiento organizado y de calidad al que todos puedan tener libre acceso y en el que cada persona aprenda de la experiencia de los demás (Wenger, 1998). Los CdP se basan en la idea de que el aprendizaje es un proceso experiencial y social (Lipari, 2010), en el que se negocian nuevos significados dentro de una comunidad caracterizada por fuertes interacciones (Lave, 2006). De los CDP, Wenger enfatiza tres características decisivas: dominio (área de interés), comunidad y prácticas. Sin embargo, un CdP no es un club de amigos o una red de personas. Define una identidad compartida en torno a un área de interés. En la búsqueda de sus objetivos, los miembros participan en actividades conjuntas, se ayudan mutuamente, comparten información y construyen relaciones que fomentan la educación mutua, constituyendo una verdadera comunidad con intereses compartidos. Un CDP no es solo una comunidad o grupo de partes interesadas. Los miembros de un CdP definen prácticas y comportamientos, desarrollan y se basan en repertorios y visiones de acción comunes. Comparten una práctica común (praxis). Para lograr tal nivel de definición, un CDP necesita tiempo y espacio para dar continuidad a las interacciones y materializar el aprendizaje entre pares. Las actividades útiles para construir la praxis pueden ser las más variadas: desde la simple solicitud de información, hasta el modo de gestión de conflictos.

La idea del CdP es útil para comprender plenamente los movimientos y experiencias que han tenido lugar para denunciar las externalidades negativas y los riesgos ecológicos causados por la ideología neoliberal. De hecho, son muchas las contribuciones científicas que en los últimos años han descrito y resumido los movimientos de consumo crítico (político) y comunidades sostenibles. Entre ellos, el trabajo publicado por Forno y Graziano (2014) introduce el concepto de Organización de Movimiento Comunitario Sostenible(OCS) que hace una síntesis general de estas experiencias posicionándolas en un nivel dividido en dos ejes: la actitud hacia el consumo y la dimensión con respecto a la cual se organiza la acción. Por lo tanto, se distinguen las acciones anti y alterconsumistas, así como el plan de acción global y local. Ejemplos de SCMO incluyen Comercio Justo, Decrecimiento, Redes de Alimentos Alternativos, ecoaldeas, etc.

En nuestro país, las OCS más estudiadas son las Agrupaciones de Compra Solidaria (GAS) que, desde mediados de los años noventa, han tejido progresivamente relaciones con productores y distribuidores éticos de los territorios de referencia, creando un sustrato económico-cultural que ha propiciado la construcción de redes y distritos de economía solidaria, biodistritos y, en algunos casos, a políticas alimentarias locales. Lo que une a todas estas redes/grupos es la práctica común de repensar el mundo a partir del propio consumo y repensar el nivel de vida.

Entre las SCMO italianas, las que más que otras han aprovechado la revisión del estilo de vida y el consumo en clave ética y ecológica son Bilanci di Giustizia, una asociación vinculada al activismo católico-tercermundista establecida en 1993 y que ha agregado gradualmente familias de todo el país. En respuesta a las distorsiones del mercado y al colapso ecológico causado por la globalización, los miembros de la asociación adoptaron el instrumento del gasto familiar como una práctica para la transición a estilos de vida más sostenibles, tanto a nivel individual, familiar y colectivo. Sobriedad en el consumo y austeridad en la intención. Luchar contra las desigualdades y hacer comunidad (De Vita y Vittori, 2015). Con el grupo TiLT, entre 2014 y 2017, iniciamos un proyecto de investigación junto a esta asociación. De la investigación cualitativa12 surgieron varios temas centrales del movimiento, a saber, los procesos de aprendizaje, autoeducación / autoformación y participación política activados por el presupuestado de CdP y el vínculo con los procesos de cambio personal y colectivo (Bertell et al., 2020). [3]

Identificar un problema y elegir el estilo de vida para la transformación del sistema, implica una acción autoeducativa relevante, un valor de aprendizaje que forma parte de la motivación individual, pero que debe ser apoyado y enriquecido por el trabajo con el grupo. Educar a través del hacer, el saber hacer, “partir de uno mismo” y saber transmitir los propios conocimientos, activar habilidades y destrezas: todo esto los presupuestadores han practicado a través de reuniones y encuentros locales y nacionales, autoproducción y experimentación de nuevas actividades. Surgió que en la base de todo esto había una “escuela bilancista”, donde el grupo era un lugar de aprendizaje y experimentación de prácticas. El interés en la adquisición de nuevos conocimientos, también por parte de expertos consultores, fue parte de un proceso de reapropiación del conocimiento anclado en la crítica de estilos de vida alienados, el consumo inconsciente y la pérdida colectiva de conocimiento. Los presupuestadores dijeron que habían aprendido “un método pedagógico” funcional para lidiar con el cambio. Aprendieron a pensar en el consumo, las relaciones, el tiempo, los ingresos prescindibles y cómo incluso las elecciones del individuo pueden ser apoyadas por el grupo. Aprendimos a “conectar” y relacionar cosas pequeñas y cosas grandes, gestos materiales y valores simbólicos, forma y sustancia, visibles e invisibles. Se destacó la importancia del ejercicio de la ciudadanía, de la soberanía alimentaria, de “hacer política” a través de gestos cotidianos. Sentirse activo y activador: una CdP que, a través de la acción cotidiana, ha prefigurado un futuro posible, sembrando un pensamiento ecológico y ecológico que hoy caracteriza tanto las movilizaciones de los más jóvenes como de las instituciones, incluidas las religiosas14. [4]

Adultos que aprenden

La dimensión pedagógica de los Estados Financieros es el eje alrededor del cual se ha desarrollado el CdP. La autonomía que deriva de la autoproducción y la autosuficiencia: saber hornear o reparar un PC, son ejemplos de cómo un sujeto adquiere autonomía al “hacerlo él mismo”. La reapropiación de conocimientos y habilidades, hacer con las manos y en grupos crea y fortalece los lazos entre quienes participan. Al mismo tiempo, autonomiza al individuo haciéndolo más “capaz” y autodeterminado y, por lo tanto, emancipado (De Vita, 2017). Este elemento es decisivo porque, una vez más, una clave interpretativa proviene del Sur, de la contribución de sociólogos, pedagogos y activistas que adoptaron estas metodologías para liberar y concienciar a quienes sufrieron la opresión del sistema (económico y político). Todo esto fue evidente para mí cuando en 2017, durante mi doctorado, aprendí sobre las experiencias de la economía social y solidaria brasileña. Gracias al prof. dr. Oscar José Rover y el equipo del Laboratório de Comercialização da Agricultura Familiar (LACAF) conocieron a agricultores y consumidores organizados en Rede Ecovida: una asociación de agroecología que en el sur de Brasil suma casi 5.000 familias de pequeños productores (Rover et al., 2017). Junto con Lacaf, Ecovida organiza mercados de agricultores y células de consumo responsável(similar al GAS italiano). Además, desde 1998, la red ha desarrollado su propio sistema de certificación orgánica bottom-up definido como el Sistema de Garantía Participativa (Loconto y Hatanaka, 2018), ahora reconocido legalmente por el Estado y que permite a los productores certificarse fácilmente. Con menos burocracia y menos costos, han desarrollado una metodología de agregación y habilitación, donde los productores supervisan el trabajo de sus pares dentro del mismo territorio. Los consumidores también pueden participar en el proceso de control, convirtiéndose así en un CdP destinado a construir una cadena de valor sostenible que proteja el trabajo de todos. El interés por hacerlo bien es colectivo y, al igual que colectivo, es aprender. La naturaleza legal oficial de las certificaciones participativas hace de Brasil un caso de estudio muy interesante (Sacchi et al., 2015), tanto porque en otros lugares esto aún no ha sucedido, como porque es una herramienta capaz de proteger y promover la actividad de los pequeños productores que intentan, a través de la agroecología, contrarrestar el avance agresivo y violento del neoliberalismo. Ejemplos similares de certificación se han consolidado en todo el mundo (Katto-Andrighetto et al., 2019), incluida Italia, donde, gracias a realidades como Open Fields (Alberio y Moralli, 2021), Genuino Clandestino (Borghesi, 2014) y redes de economía solidaria, ya existen varios caminos de garantía participativa (Vittori, 2018). Además, la contribución de los movimientos y redes europeas ha llevado a la UE a modificar el reglamento de agricultura ecológica (Reg. UE 1693/2020), [5] acogiendo las diversas solicitudes de las partes interesadas y organizaciones internacionales como la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Ecológica (IFOAM) y el Consejo Europeo de Certificadores Ecológicos (EOCC). Además de la introducción de nuevas direcciones sobre la producción, a partir de 2022 se dará la oportunidad a los agricultores organizados colectivamente de obtener una certificación grupal que se puede utilizar para la venta de productos en áreas comunes específicas (por ejemplo, mercados de agricultores). Es un paso adelante, aún no a nivel brasileño, pero es sin duda un logro de los movimientos que se han opuesto al sistema estandarizado de controles y apoyo a la agricultura industrial. [6]

Epistemologías del Sur y los nuevos movimientos sociales

En Brasil conocí grupos y ONG que trabajan junto a los campesinos, dando vida al movimiento efervescente de la agroecología. Aunque en algunos territorios todavía se cuestiona la supervivencia física de los seres vivos, los grupos organizados siguen resistiendo, creando conexiones, buscando “afinidades”, formando niños, jóvenes y adultos para construir un futuro deseable. Un ejemplo de todos son los Sem Terra (MST). El MST ha estado activo desde los años ochenta, reclamando la reforma agraria para demoler los latifundios y dar dignidad a todos los trabajadores y conservadores de la tierra y el territorio. A pesar del fin del régimen militar, sus demandas nunca fueron satisfechas. Sin embargo, estas familias, estos campesinos han continuado con sus acciones (Marchetti, 2022). La praxis del MST prevé la ocupación no sólo simbólica de los latifundios. Desde el asentamiento (ausente en portugués), el MST ha construido comunidades campesinas y productivas, estructurando servicios sociales básicos, garantizando a las familias (más de 350 mil) la posibilidad de quedarse, garantizando la igualdad de género, la protección de los derechos humanos y un espacio seguro para la comunidad LGBTQI+. Fundaron un verdadero centro de educación popular cerca de São Paulo: la Escola Florestan Fernandes (Victoria y Mayo, 2017) demostrando ser hoy, así como las comunidades zapatistas (Barmeyer, 2008), una rareza generadora.

Estas referencias al Sur no vienen sólo como una fuente de inspiración para revitalizar la participación ciudadana o como una mitificación exótica del activismo popular. Durante décadas, gracias a la contribución de estudiosos como Boaventura de Sousa Santos (2009), la necesidad de adoptar posturas epistemológicas plurales para describir la realidad se ha afirmado en las ciencias sociales. Como se muestra en el número monográfico de la revista “Quaderni di Teoria Sociale”, para comprender las nuevas movilizaciones es necesario definir las áreas y métodos de acción de las mismas. En este volumen, Pellegrino (2019) recuerda en este sentido una de las publicaciones más interesantes de los últimos años, Envisioning Real Utopias(2010) del sociólogo estadounidense Erik Olin Wright. Lo que Wright y Pellegrino destacan es la propensión de los movimientos contemporáneos a evitar la “ruptura”, típica de los movimientos revolucionarios, buscando más bien la “simbiosis” con el aparato institucional (entendido como la construcción de relaciones y la participación democrática dentro de las instituciones), o la ubicación en los “intersticios”, una estrategia más cercana al enfoque participativo de los movimientos de inspiración anarco-libertaria.

Analizando las experiencias descritas hasta ahora, así como las organizaciones de movimientos contemporáneos, queda claro que estas iniciativas comunitarias, que podríamos definir como “cuerpos intermedios responsables”, tienden a avanzar hacia enfoques simbióticos e intersticiales, en lugar de romper. Este elemento es aún más claro si consideramos su tendencia a prefigurar y practicar una visión del futuro en el presente (De Vita y Vittori, 2022). Esto no es forzar o etiquetar fuera de contacto con la realidad. Basta observar las movilizaciones que involucran a jóvenes como Fridays For Future, #NiUnaMenos y #BlackLivesMatter comprender cuánto se centran en estos elementos. La práctica prefigurativa de estos movimientos es claramente distinguible. Está encarnado intencionalmente, no solo a nivel simbólico, sino también, y sobre todo, en las formas y el lenguaje que adoptan. Pensemos en el impacto mediático de Greta Thunberg, las mujeres chilenas que salieron a las calles en otoño de 2019 gritando “el violador eres tu”, las mujeres afroamericanas y sus compañeras marchando contra el racismo tras el asesinato de George Floyd: una pluralidad simbólica y lenguajes que sugieren una convergencia de instancias orientadas a la construcción de un futuro inclusivo y plural. Esto no podría estar más en línea con la idea, discutida en este capítulo, de “afinidad por afinidad” (Day, 2005), de aprender y aprender juntos, donde las afirmaciones y las instancias se superponen y se alimentan mutuamente. Es a través de estos procesos que se lleva a cabo la lucha por el cambio social, anclada ya no para afirmar la hegemonía cultural de los oprimidos, sino para fortalecer las relaciones entre las diversas categorías sociales, que, uniéndose, cultivan en el otro el respeto por la biodiversidad y concretando – en el presente – la visión de un futuro alterhegemónico posible ya no de ruptura, pero simbiótico y/o intersticial.

Reflexiones finales

En este capítulo hemos tratado de arrojar luz sobre la dimensión de aprendizaje de las experiencias que, entre el Norte y el Sur global, han caracterizado la acción colectiva en la dirección de la transición, del cambio a partir del “hacer”. El cambio pedagógico que están implementando los movimientos sociales muestra cómo estamos pasando de una visión transformadora de la realidad inspirada en Gramsci, a una perspectiva orientada hacia las relaciones y redes de afinidad (Day, 2005). Para la última generación de movimientos, esta preocupación por las formas y modalidades de la acción colectiva se ha convertido en el núcleo de una operación formativa y educativa. Los procesos activados, en pos de los objetivos de su lucha, son objeto de una investigación profunda y creativa. Como en el caso de los presupuestos, la preocupación y el desarrollo de “prácticas por la justicia” están íntimamente conectados con la idea misma de justicia que los movimientos persiguen como parte de su visión prefigurativa.

Lo que estamos presenciando hoy es un cambio adicional en esta visión. El proyecto universalista de transformar el mundo, tanto dentro como fuera del Estado, está precedido ahora por una visión interseccional y ecológica del mundo y la acción política. En este sentido, los espacios de superposición e intercambio entre diferentes luchas son cruciales. Se presta mayor atención a las nuevas formas y formas de hacer política como parte de un tejido de relaciones con el entorno de vida, en el sentido de la llamada “practicabilidad de la vida” (Bertell et al., 2020, p. 22) Toman forma, en este proceso, visiones e imaginarios de acompañamiento, transformación y cambio social que, a través de interconexiones e intersecciones, son capaces de crear espacios y oportunidades “en común”. Estos puntos en común, sin embargo, se derivan de la reunión de los diferentes más que de la reunión de los similares. De este encuentro se constituyen esos “órganos intermedios responsables”, estos CdP que, a través de la práctica, organizan a los ciudadanos en la diversidad, practicando utopías de vivir y consumir-producir en común y que, en una realidad altamente fragmentada como la actual, son capaces de reunir a un número creciente de ciudadanos.


Referencias bibliográficas

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[1] El presente articulo ha sido ya publicado en italiano por la Editora Castelvecchi (Roma) en el volumen: “Transizione o mistificazione? Oltre la retorica della sostenibilità tra dogmi ed eresie”, edito por el laboratorio TiLT | Territori in Libera Transizione (eds.) con el titulo “Lezioni condivise: dell’importanza di apprendere e cambiare insieme”. La traducción hecha por el mismo autor ha sido permitida directamente por la editora al fin de divulgación en el idioma castellano por medio de la reproducción en este numero de Rizoma Freireano.

[2] Noticias Rai de 07.04.2021. Disponible en el sitio: https://bit.ly/rainewspandemia (último acceso 09.11.2022).

[3] Implementación a través de la organización de 4 Focus Groups, una de las metodologías adoptadas en este proyecto.

[4] Ver Encíclica Laudato sì(2014) por el Papa Francisco.

[5] Reg (UE) 1693/2020 del Parlamento Europeo en el sitio web https://eur-lex.europa.eu/ (último acceso 09.11.2022).

[6] Nuevo reglamento europeo sobre producción ecológica, disponible en: https://bit.ly/nuovoregolamentobioeu (último acceso 09.11.2022). Véase también la estrategia Farm-to-Fork: https://bit.ly/farmtoforkstrategy (último acceso 09.11.2022).


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