Libertad, autoridad e infancia. Una aproximación analítica desde Freire y Foucault
- Katherine Traslaviña Castillo. Posgrado en Pedagogía, UNAM
- n. 33 • 2022 • Instituto Paulo Freire de España
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Libertad, autoridad e infancia.
Una aproximación analítica desde Freire y Foucault.
Katherine Traslaviña Castillo.
Posgrado en Pedagogía, UNAM.
Resumen
El objetivo del presente escrito es presentar algunas reflexiones sobre la infancia, a partir de la relación entre autoridad y libertad, desde el pensamiento del pedagogo brasileño Paulo Freire y del filósofo francés Michel Foucault. Si bien, sus pensamientos se ubican en lugares diferentes debido a las inquietudes de cada uno, suponemos que dichas diferencias, lejos de ser obstáculos y sin ánimo de forzar la reflexión, son las que posibilitan un diálogo y ciertos cruces que permitirán decir algo sobre lo que actualmente se piensa y dice sobre la infancia en relación con el binomio autoridad-libertad. En este sentido, el escrito estará estructurado en tres apartados: la relación libertad-autoridad en Freire, la libertad y el cuidado de sí y de los otros en Foucault y, finalmente, algunas reflexiones sobre estas categorías y su relación con la infancia.
Palabras clave
Libertad, autoridad, cuidado de sí y del otro, infancia, Freire, Foucault.
La revista digital Chilango afirma que:
Allí donde haya una niña, un niño, une niñe, se crea un mundo. Un mundo que tiene que ver con su voz, su mirada, su tiempo. Pero ¿de qué manera esa existencia es respetada, valorada y entendida desde su libertad? Cuando decimos “infancias libres” estamos hablando de derechos: sí, el derecho a ser y sentir sin mandatos, a tener garantizadas todas las necesidades vitales, pero sobre todo el derecho a ser escuchados, respetades, entendides.
(Jaramillo y Paley, 2021)
Actualmente, hablar de la infancia parece remitir necesariamente a la libertad, a los derechos, a su protección, a enarbolar las capacidades que tienen los niños y las niñas, a lo que cabe preguntarse ¿De qué se habla cuando se dice “infancias libres”? ¿Por qué parece haber en nuestros días una relación entre libertad y el derecho a ser y sentir sin mandatos? ¿En qué sentido estamos comprendiendo la relación entre libertad y autoridad en la infancia?
El objetivo del presente escrito es presentar algunas reflexiones sobre la infancia, a partir de la relación entre autoridad y libertad, desde el pensamiento del pedagogo brasileño Paulo Freire y del filósofo francés Michel Foucault. Si bien, sus pensamientos se ubican en lugares diferentes debido a las inquietudes de cada uno, suponemos que dichas diferencias, lejos de ser obstáculos y sin ánimo de forzar la reflexión, son las que posibilitan un diálogo y ciertos cruces que permitirán decir algo sobre lo que actualmente se piensa y dice sobre la infancia en relación con el binomio autoridad-libertad. En este sentido, el escrito estará estructurado en tres apartados: la relación libertad-autoridad en Freire, la libertad y el cuidado de sí y de los otros en Foucault y, finalmente, algunas reflexiones sobre estas categorías y su relación con la infancia.
Freire: Libertad y autoridad.
¿A qué refiere Freire cuando habla de libertad?
Pienso que la libertad, como gusto necesario, como impulso fundamental, como expresión de vida, como anhelo cuando castrada, como oda cuando explosión de búsqueda, nos viene acompañando a lo largo de la historia. Sin ella o, más bien, sin la lucha por ella, no es posible la creación, la invención, el riesgo o la existencia humana.
(Freire, 2006, p. 172)
Para Freire, la libertad constituye a la existencia humana, es expresión de vida, por tanto, cualquier tipo de práctica que atente contra ésta no permitiría la realización del ser humano. Es en este marco en el que se inscribe su pensamiento, en la lucha por la libertad, ya que, si la libertad es aquello que forma parte del ser del hombre, practicarla refleja su hacerse humano. “Luchar por la liberación como búsqueda permanente es la forma que encuentro en este siglo para ser auténticamente persona” (2006, pp. 172-173). La lucha por la liberación se constituye como el proceso mediante el cual el sujeto busca su libertad y se humaniza.
La búsqueda de la libertad como esencia del ser del humano y la liberación como proceso constante que le permitiría humanizarse, están relacionadas a la concepción que el pedagogo tiene sobre el sujeto como ser inacabado y la necesidad de la constitución de un proyecto político democrático que permita la transformación del mundo.
Hombres y mujeres, a lo largo de la historia, venimos convirtiéndonos en animales de veras especiales: inventamos la posibilidad de liberarnos en la medida en que nos hicimos capaces de percibirnos como seres inconclusos, limitados, condicionados, históricos. Y sobre todo al percibir que la pura percepción de la inconclusión, de la limitación, de la posibilidad, no basta. Es preciso sumarle la lucha política por la transformación del mundo. La liberación de los individuos sólo adquiere profunda significación cuando se alcanza la transformación de la sociedad.
(Freire, 1992, p. 103)
Referir al ser como sujeto inacabado supone que puede transformarse, a partir de una inquietud de sí mismo que provoca una búsqueda constante y mediante una práctica liberadora, en un ser consciente de su existencia en el mundo. Esta introducción en un permanente movimiento de búsqueda supone necesariamente salirse de un marco de dominio u opresión en el que se encontraba deshumanizado y le permitiría superar la ingenuidad, la cual debería llevar necesariamente una praxis transformadora.
“El sueño de la humanización, cuya concreción es siempre proceso, siempre devenir, pasa por la ruptura de las amarras reales, concretas, de orden económico, político, social, ideológico, etc., que nos están condenando a la deshumanización”
(Freire, 1992, p. 102)
Esa liberación se da por un movimiento de búsqueda constante, pues, “la inconclusión que se reconoce a sí misma implica necesariamente la inserción del sujeto inacabado en un permanente proceso social de búsqueda” (Freire, 2004, p. 26) y, requiere de un proceso de concientización, el cual, se manifiesta a partir de una práctica reflexiva en donde el sujeto se hace consciente de su propia condición de opresión y deshumanización y, a partir de ello, se generan acciones que busquen la posibilidad de una existencia del ser en tanto libre: “Ser consciente no es, en esta hipótesis, una simple fórmula o un mero slogan. Es la forma radical de ser de los seres humanos, en cuanto seres que no sólo conocen, sino que saben que conocen” (Freire, 1998, pp. 35-36). En este sentido, concientización refiere a
[…] un ´despertar de la conciencia´, un cambio de mentalidad que implica comprender realista y correctamente la ubicación de uno en la naturaleza y en la sociedad; la capacidad de analizar críticamente sus causas y consecuencias y establecer comparaciones con otras situaciones y posibilidades; y una acción eficaz y transformadora […].
(Freire, 1976, p. 16)
De esta forma, la práctica de la concientización radica en el ser, debido a que solo es posible que sea o que exista en tanto es consciente de sus condiciones de existencia en el mundo y sea posible modificarlas a partir de su actividad política.
Una conciencia que cuestiona sus condiciones de existencia es una conciencia crítica, una conciencia existenciada, un sujeto que es, que tiene prácticas de liberación y con ellas, busca humanizarse. Esta conciencia crítica, debido a su rigor, supone la superación de la ingenuidad, la cual está asociada al sentido común, a la no reflexión. [1] En este sentido, si bien, la libertad y el proceso de liberación hacen parte esencial del ser del sujeto, ambas se inscriben en prácticas de reflexión y autorreflexión, de crítica y de movimiento constante, que supone cierto rigor y posteriormente ciertas prácticas de transformación que son producidas por la vocación del sujeto a querer “ser más”. Es a partir de ahí que es preciso cuestionar lo que se comprende por “infancias libres”, para intentar pasar de la ingenuidad que cree que la infancia es libre en sí misma, a la crítica de todo el proceso que conlleva la liberación y de la cual la infancia requeriría de un acompañamiento ligado a un papel de autoridad. Cuestión que abordaremos más adelante.
Ahora bien, para el pedagogo brasileño, la libertad no se encuentra en contradicción con la autoridad, por el contrario, era necesaria la conjugación entre ambas para un verdadero proyecto político democrático:
“Mi experiencia personal en casa, en la relación con mis padres, mis hermanos, [...] el ambiente en que vivíamos, en el que nuestra libertad, tratada con respeto por la autoridad de nuestros padres, era desafiada a asumirse responsablemente”
(Freire, 1996, p. 105).
En sus postulados sobre educación, Freire distingue entre autoridad y autoritarismo, a la vez que entre libertad y permisividad:
La práctica educativa implica además procesos, técnicas, fines, expectativas, deseos, frustraciones, la tensión permanente entre la teoría y la práctica, entre la libertad y la autoridad, cuya exacerbación, no importa cuál de ellas, no puede ser aceptada dentro de una perspectiva democrática, contraria tanto al autoritarismo cuanto a la permisividad.
(1992, p. 111)
La exacerbación de la autoridad es aquella que se convierte en autoritarismo y lejos de respetar al otro, anula su libertad, dejándolo no ser. Por otro lado, la libertad sin límites es también una forma de anulación de la libertad, que puede dar lugar a un clima licencioso que atenta contra la moralidad de lo que supondría la democracia. En este sentido, la autoridad de un sujeto se mide a partir de la capacidad de hacerse responsable del otro sin que ello provoque su supresión como ser humano. Sea maestro o maestra, padre o madre de familia o cualquier otro título que indique que a su cargo tiene a otro, requiere que el primero asuma su carácter de director de conducta, un ejercicio de directividad que implica la formación del otro y que requiere necesariamente de disciplina. En este sentido, el que la infancia sea llamada a “ser y sentir sin mandatos” se podría pensar como una cuestión de irresponsabilidad de quiénes tendrían el deber de guiarlos y en nombre de una libertad ingenua, de un clima permisivo, no lo hacen: los adultos.
En este punto, es preciso reflexionar sobre la importancia de la dirección de la conducta como formas de cuidado de sí y del otro, bajo una dimensión ética. Para ello, encuentro en los análisis del filósofo francés Michel Foucault una mirada que pudiera complementar o cruzarse con lo expuesto hasta ahora sobre Freire. Si bien, el pedagogo aborda la cuestión ética, lo hace bajo la mirada de un adecuado comportamiento en relación con el proyecto político democrático, cuestión que a mi parecer limita la reflexión sobre la dirección de la conducta en relación con la infancia. Es en este punto en donde encuentro en el filósofo francés otras herramientas que me permitirán seguir pensando a lo que aquí nos convoca: la infancia en relación con la libertad y la autoridad.
Foucault: Libertad y cuidado de sí y del otro.
Es preciso indicar que una de las diferencias radicales entre Freire y Foucault es su mirada sobre el poder. Esta hace que ambos pensamientos se sitúen en puntos totalmente diferentes. Para el primero, el poder pertenece a cierta clase social y a partir de éste se establecen jerarquías que hace que unos, los opresores, pueden mandar sobre otros, los oprimidos. Todo su pensamiento sobre la liberación implica una reflexión y acción que permita la creación de relaciones horizontales y la transformación del mundo a partir de un proyecto político de carácter democrático. Para Foucault, el poder no pertenece a una clase social, no hay alguien que lo posea. De acuerdo con lo anterior, el poder es un ejercicio presente en todos y cada uno de los sujetos. El filósofo francés sugiere el abandono de ciertos postulados sobre el poder, tales como creer que éste es una esencia que se poseería por una clase dominante, o una propiedad que se encuentra localizada en el Estado. Mientras Freire piensa el poder en términos de anulación, de lo que no permite, de lo que reprime, de negatividad, Foucault intenta pensarlo en términos positivos, es decir, de lo que produce a través de las prácticas.
Para Foucault, aquello que Freire denomina como opresión, responde más bien a formas de organización de la sociedad, que no tienen ahora un carácter represivo, sino estratégico y que refiere a formas de ordenamiento que requiere necesariamente del control:
Hay que dejar de describir los efectos del poder en términos negativos, cómo el poder excluye, reprime, rechaza, censura, oculta, enmascara. En realidad, el poder produce; produce realidad, produce esfera de objetos y de ritos de verdad. El individuo y el conocimiento que de éste se pueda tener proceden de esa producción.
(Foucault, 2009, p. 102)
Con ello, plantea la crítica a la idea reduccionista del poder a la ley. En consecuencia, se aleja de postulados que creen que el poder actúa a través de la violencia, la ideología o la represión. Foucault plantea el poder en términos de relaciones –relaciones de poder-. Éstas son comprendidas como un conjunto de acciones que se producen entre sujetos de acción y buscan dirigir conductas:
Las relaciones de poder tienen una extensión extraordinariamente grande en las relaciones humanas. Ahora bien, esto no quiere decir que el poder político esté en todas partes, sino que en las relaciones humanas se imbrica todo un haz de relaciones de poder que pueden ejercerse entre individuos, en el interior de una familia, en una relación pedagógica, en el cuerpo político, etc.
(Foucault, 1994, p. 109)
En este sentido, si el poder, en tanto relaciones, es un ejercicio que busca dirigir conductas y que puede ser ejercido por uno mismo y en nosotros, en tanto somos sujetos de acción, significa que dichas relaciones pueden ser modificadas.
Esto sugiere que el sujeto en Foucault, si bien, está condicionado por los discursos y prácticas de su época, como sujeto de acción es capaz de subjetivarse de otras maneras. En este sentido, el filósofo concuerda con Freire al concebir al sujeto como inacabado y capaz de transformarse por una vocación a querer “ser más”, lo que en Foucault se daría a partir de prácticas de sí comprendidas como “prácticas sensatas y voluntarias por las que los hombres no solo se fijan reglas de conducta, sino que buscan transformarse a sí mismos, modificarse en su ser singular” (Foucault, 2003, p. 17.) Ahora bien, a partir de esta concepción de las relaciones de poder y del sujeto, es preciso abordar el sentido que Foucault da a la libertad, para posteriormente relacionarla con la autoridad y la infancia.
La libertad en Foucault se puede comprender a partir de dos ámbitos: el de las relaciones de poder y el de la constitución del sujeto. En primer lugar, las relaciones de poder, comprendidas como ejercicios que buscan dirigir conductas, se dan entre diferentes sujetos. En consecuencia, es preciso un marco de libertad que permita modificar dichas relaciones de manera estratégica, en donde “[…] la libertad aparece como la condición de existencia del poder” (Castro, 2011, p. 235). Sin libertad, las relaciones de poder consideradas de carácter móvil, modificables, alterables, pasarían a ser relaciones estáticas que impedirían un campo abierto de posibilidades, a lo cual Foucault denominará estados de dominación. Ante esto, el filósofo plantea
Cuando un individuo o un grupo social consigue bloquear un campo de relaciones de poder haciendo de estas relaciones algo inmóvil y fijo, e impidiendo la mínima reversibilidad de movimientos -mediante instrumentos que pueden ser tanto económicos como políticos o militares-, nos encontramos ante lo que podemos denominar un estado de dominación.
(1994, p. 109)
De esta forma, las relaciones de poder solo se pueden dar en sujetos que son libres. En este sentido, los postulados que Freire denomina como opresión, serán denominados por Foucault como estados de dominación, con la diferencia de que para el filósofo dichos estados se dan en circunstancias muy particulares y para el pedagogo, es el estado en el que se encuentra la sociedad en general.
El segundo ámbito para comprender la libertad en Foucault refiere a la constitución del sujeto. El proceso de modificación de las relaciones de poder se da a partir de una actividad reflexiva en la que el sujeto se empieza a constituir a sí mismo. Este trabajo de constitución es a lo que el filósofo denominará “ética”, en donde, “La libertad es la condición ontológica de la ética; pero la ética es la forma reflexiva que adopta la libertad” (Foucault, 1994, p. 111). La ética como practica de libertad es la actividad reflexiva que se refleja en comportamientos, acciones, conductas que el sujeto usa para constituirse a sí mismo, pues, como se preguntará el filósofo “¿qué es la ética sino la práctica de la libertad, la práctica reflexiva de la libertad?” (Foucault, 1994, p.111) En este sentido, en sintonía con el pedagogo Paulo Freire, el filósofo afirma que el sujeto “[…] no es una sustancia; es una forma, y esta forma no es sobre todo ni siempre idéntica a sí misma” (Foucault, 1994, p. 123). Así, las prácticas de libertad de las que habla el filósofo refieren a las formas que podemos darle a la subjetividad. El sujeto ético en Foucault es aquel capaz de formarse él mismo, bajo la premisa del cuidado de sí.
En el pensamiento de Foucault, el cuidado de sí refiere a esas prácticas a través de las cuales el sujeto ético establece una relación consigo mismo y se constituye a partir de sus propias acciones. Así, el darse forma siempre se hará bajo la necesidad de una transformación que le permita hacer de su vida una obra de arte. En este sentido, es preciso señalar que, si bien el filósofo francés ahondará en las prácticas del cuidado de sí que se ejercían en la Antigua Roma, no intentamos copiar a nuestra realidad las prácticas éticas que constituían el cuidado de sí de la Antigüedad como si fueran mandatos o preceptos, lo que se procura es pensar el tipo de cuidado de sí que se puede producir en un presente como el nuestro a partir de la relación con la infancia. El cuidado de sí se manifiesta a partir de la relación entre sujeto-verdad. En este sentido, es imposible regirnos a partir del cuidado de sí de la Antigüedad porque remite a otro tipo de verdades y de sujetos. Por ello, habrá que pensar en el cuidado de sí que se puede dar en la actualidad donde la relación entre sujeto-verdad es otra y las implicaciones que esto tiene para pensar la infancia.
De acuerdo con lo anterior, el cuidado de sí y la libertad no solo serían una práctica ética, también serían políticas en tanto que
La libertad es pues en sí misma política. Y además, es también un modelo político en la medida en que ser libre significa no ser esclavo de sí mismo ni de los propios apetitos, lo que implica que uno establece en relación consigo mismo una cierta relación de dominio, de señorío, que se llamaba arché, poder, mando.
(Foucault, 1994, p. 116)
Ahora bien, en el pensamiento de Foucault, ese cuidado de sí será aquello que nos permita cuidar de otros. El cuidado del otro solo es posible en la medida en que, como sujetos éticos, cuidamos de nosotros mismos. Al mismo tiempo que cuidar de otro es una demostración de la practica ética que constituye el cuidado de sí. A este respecto, el filósofo nos dirá que:
Para los griegos [el cuidado de sí] no es ético porque implique el cuidado de los otros. El cuidado de sí es ético en sí mismo: pero implica relaciones complejas con los otros, en la medida en que este ethos de la libertad es también una manera de ocuparse de los otros. […] El ethos implica también una relación para con los otros, en la medida en que el cuidado de sí convierte a quien lo posee en alguien capaz de ocupar en la ciudad, en la comunidad, o en las relaciones interindividuales, el lugar que conviene -ya sea para ejercer una magistratura o para establecer relaciones de amistad-.
(Foucault, 1994, p. 116)
A partir de esto, podría ser preciso vincular a la autoridad con la capacidad de cuidado del otro, quién, a través de su propio cuidado, tiene la facultad de dirigir la conducta, en este caso, de la infancia, sin que esta dirección sea vista como mala, opresora o violenta. A su vez, esta autoridad que guía al otro, no está vinculada con un tipo de autoritarismo que negaría el margen de libertad preciso para establecer una relación de poder. En ese marco, Foucault nos dirá:
No veo en qué consiste el mal en la práctica de alguien que, en un juego de verdad dado y sabiendo más que otro, le dice lo que hay que hacer, le enseña, le transmite un saber y le comunica determinadas técnicas. El problema está más bien en saber cómo se van a evitar en estas prácticas -en las que el poder necesariamente está presente y en las que no es necesariamente malo en sí mismo- los efectos de dominación que pueden llevar a que un niño sea sometido a la autoridad arbitraria e inútil de un maestro, o a que un estudiante esté bajo la férula de un profesor abusivamente autoritario. Me parece que es necesario plantear este problema en términos de reglas de derecho, de técnicas racionales de gobierno, de ethos, de práctica de sí y de libertad.
(Foucault, 1994, p. 139)
Referir a una autoridad inútil a la que puede estar expuesto un niño o una niña, permite, a su vez, pensar en un tipo de autoridad en términos útiles, los cuales, siguiendo a Foucault, pueden estar encaminados a las formas en las que un sujeto establece una relación de poder con otro para guiarle, enseñarle y transmitirle ciertos saberes y prácticas que le permitan cuidarse a sí mismo y, en consecuencia, cuidar a otros.
Infancia: entre libertad y autoridad.
¿En qué sentido estamos comprendiendo la relación entre libertad y autoridad en la infancia? Hemos visto con el pedagogo brasileño Paulo Freire y el filósofo francés Michel Foucault que hablar de libertad conlleva un proceso reflexivo y práctico de carácter transformador. Es por ello por lo que resulta ingenuo hablar de “infancias libres” por sí mismas y lo que se dice en relación con la infancia y la libertad quedan limitados a un slogan, como sucede con el artículo de opinión retomado al inicio del presente escrito.
Se asume con Freire que la búsqueda de la libertad y la lucha por la liberación es aquello que permite al sujeto ser más y humanizarse. Mediante una actividad reflexiva el sujeto busca pasar de la ingenuidad a la crítica a partir de lo que él llamará el despertar de la conciencia, cuestionando así sus condiciones de existencia en el mundo. Esta búsqueda de la libertad y proceso de liberación se dan de manera constante y están en permanente movimiento debido a que el sujeto nunca esta finalmente constituido. El sujeto como ser inacabado, siempre en devenir, tiene la capacidad de transformar su mundo. Por otro lado, aunque con diferentes intenciones [2], Foucault también se plantea al sujeto como capaz de modificar las formas en las que se ha subjetivado, con el fin de darse a sí mismo ciertas reglas que le permitan constituirse de otra forma, a partir de diferentes prácticas de sí. Para ello, es preciso que haya un margen de libertad, primero, para modificar las relaciones de poder que lo constituyeron y después para darse forma a sí mismo. En este sentido, aludir a la infancia como libre por sí misma imposibilita su capacidad de transformación, pues la práctica de libertad solo se puede constituir a partir del reconocimiento del ser como inacabado. Si la infancia es libre en sí misma, no podría haber prácticas de libertad. En ese sentido, el artículo de opinión citado al inicio parece anunciar que no hay nada por hacer, pues el niño y la niña ya están constituidos. Y, no hay nada más erróneo que esta mirada sobre la infancia. No hay alguien que necesite más de un guía, de un direccionamiento de la conducta, que los niños y niñas, pues estos, aun no tiene la capacidad de ser reflexivos sobre su existencia, de darse sus propias reglas, de regularse a sí mismos, de cuidar de sí y de los otros.
El llamado a las infancias libres como “el derecho a ser y sentir sin mandatos, a tener garantizadas todas las necesidades vitales, pero sobre todo el derecho a ser escuchados, respetades, entendides” (Jaramillo y Paley, 2021), reduce la libertad a una cuestión de derechos. Lo que supone que por el simple hecho de esa enunciación se garantiza que la infancia sea libre y con esto, se la proteja. El derecho a ser y sentir sin mandatos en la infancia libre muy contrariamente se puede ver como un llamado a la protección de ésta. Enunciar a la infancia como libre por sí misma es dejarla desprovista de todo cuidado. Simplifica e incluso niega todo un proceso de reflexión y prácticas en relación con la búsqueda de la libertad para humanizarse según Freire, o con la capacidad de cuidado de sí y de los otros, a partir de la constitución que el sujeto se da a sí mismo en Foucault.
Cuando un adulto incita a la libertad de la infancia deja en evidencia no un llamado a la protección de la misma, sino su incapacidad como adulto de cuidar del otro. Incluso, podría exponer a la infancia a autoritarismos. En tal sentido, así como Foucault se desmarca de los discursos que creen que el poder actúa a través de la violencia, la ideología o la represión, sería preciso también desmarcarnos de la creencia de que dirigir la conducta de los niños y niñas constituye un acto violento y represivo. En este sentido, esta relación de poder como forma de dirección de la conducta, en el marco del cuidado del otro, sería más bien una actitud de responsabilidad y cuidado frente a la infancia. Actitud que necesariamente implicaría la demostración de la facultad que tiene un sujeto de cuidar de sí mismo y, por consiguiente, asumir un papel de autoridad que le permita cuidar de otro y poder guiarlo en sus propias prácticas de libertad. En este sentido, Foucault plantea:
Y, además, el cuidado de sí implica también una relación al otro en la medida en que, para ocuparse bien de sí, es preciso escuchar las lecciones de un maestro. Uno tiene necesidad de un guía, de un consejero, de un amigo, de alguien que nos diga la verdad. De este modo el problema de las relaciones con los demás está presente a lo largo de todo este desarrollo del cuidado de sí.
(Foucault, pp. 116-117)
Asumir la responsabilidad de la infancia como cuidado del otro, supone también ciertas prácticas disciplinarias, lo cual no es un asunto de represión, esclavitud, servidumbre, pues no se trata de una relación opresor-oprimido, ni una apropiación de los cuerpos, ni de una dominación inquebrantable sin análisis. En este sentido, Freire afirma:
El papel testimonial del profesor en la gestación de esa disciplina es enorme. Aquí una vez más su autoridad, de la que su competencia es una parte, desempeña una función importante. Un profesor que no toma en serio su práctica docente, que por eso mismo no estudia y enseña mallo (sic) que mal sabe, que no lucha por disponer de las condiciones materiales indispensables para su práctica docente, no coadyuva la formación de la imprescindible disciplina intelectual de los estudiantes. Por consiguiente, se anula como profesor.
(1992, p. 87)
En ese sentido, la autoridad no es aquello que reprime o niega a la infancia, así como la libertad no es un asunto bienhechor que le sea propio a los niños solo por serlo o algo que pueda otorgársele por derecho. La libertad refiere a una actividad reflexiva que es constante y le permite al sujeto transformarse a partir de ciertas prácticas. Para que la infancia llegue a reconocer a la libertad en este sentido que le dan los pensadores abordados, es preciso un guía, una dirección que estaría dada por un sujeto capaz de asumir su responsabilidad y cuidado con los niños y niñas al mismo tiempo que cuida de sí mismo.
Referencias
Castro, Edgardo. (2011). Diccionario Foucault, Temas, conceptos y autores. Siglo XXI Editores.
Jaramillo, Gina. Paley, German. (2021). Infancias libres: por un mundo de niñeces presentes. Chilango: https://www.chilango.com/revista/infancias-libres-por-un-mundo-de-nineces-presentes/
Foucault, Michel. (1994). Hermenéutica del sujeto. Ediciones de la Piqueta.
Foucault, Michel. (2003). Historia de la sexualidad II, El uso de los placeres. Siglo XXI Editores.
Foucault, Michel. (2009). Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo XXI Editores.
Freire, Paulo. (1976). La educación como práctica de la libertad. Siglo XXI Editores.
Freire, Paulo. (1992). Pedagogía de la esperanza: Un reencuentro con la Pedagogía del oprimido. Epub. Lectulandia: https://docer.com.ar/doc/nx0nx8s
Freire, Paulo. (1996). Cartas a Cristina. Reflexiones sobre mi vida y mi trabajo. Siglo XXI Editores.
Freire, Paulo. (1998). Cartas a Guinea-Bissau: Apuntes de una experiencia pedagógica en proceso. Siglo XXI Editores.
Freire, Paulo. (2004). Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica educativa. Ed. Paz y Tierra.
Freire, Paulo. (2006). Pedagogía de la tolerancia. FCE, CREFAL.
[1] El trabajo de alfabetización con adultos que realizaba Freire se constituyó como un proceso de concientización, el cual no se resume, como algunas lecturas superficiales han hecho, a un mero acto de enseñar a leer y escribir.
[2] La transformación que el sujeto pueda hacer sobre sí mismo no será, a la luz del filósofo, por correspondencia a un proyecto político democrático para la transformación del mundo como referirá Freire, sino por una cuestión ética que le permita cierto cuidado de sí en relación con la modificación de las relaciones de poder que lo constituyeron.