Freire, el carácter epistolar en la invención de la ciudadanía
- Jazmín Lizárraga Ortiz, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.
- n. 33 • 2022 • Instituto Paulo Freire de España
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Freire, el carácter epistolar en la invención de la ciudadanía
Jazmín Lizárraga Ortiz
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
Resumen
El presente artículo tiene por objetivo participar del diálogo diferido propuesto por Freire en las Cartas a quién pretende enseñar(1994). Partimos de dos aspectos que Paulo Freire destaca en dicho texto: el compromiso político y la comunicación con sus lectores. Puesto que el autor eligió cuidadosamente la forma de comunicarse con las educadoras y los educadores, las cartas no son un formato accidental, sino que a través de ellas manifiesta su compromiso político y propone un diálogo del que nos invita a participar producido por la inteligencia del texto mismo. En este sentido, reflexionaremos sobre la invención de la ciudadanía y el carácter epistolar de ésta a través del ejercicio de lectura y escritura en el pensamiento de Freire.
Palabras claves
Freire, ciudadanía, cartas, escritura, lectura.
Cara a cara
Paulo Freire (1994) inicia las Cartas a quién pretende enseñar manifestando dos aspectos que resultan de interés y sobre los que reflexionamos en el presente artículo: un compromiso ético-político y una preocupación por la comunicación que pretendía establecer con los lectores. Para nuestro ensayo nos apoyamos del texto de Michel Foucault (1999) “La escritura de sí”, que estudia la comunicación y las aperturas posibles en el género epistolar, pues encontramos ciertas correspondencias que vemos valiosas para la reflexión que nos proponemos realizar.
Es interesante que Freire (1994) eligiera las cartas como vía para comunicarse con las educadoras y los educadores, y que no propusiera un manual para maestros o un libro en el que pensara cómo debería ser un profesor. Tenemos la impresión de que elige el género epistolar porque no solo quiere dar consejos, sino mostrarse, dialogar, habilitar un cara a cara (Foucault, 1999). Conviene también considerar que estas cartas fueron escritas después de grandes obras como Pedagogía del oprimido(1970), y Pedagogía de la esperanza(1992), por lo que podríamos pensarlas como un ejercicio reflexivo de su trayectoria, pero también como la necesidad de hablarles particularmente a quiénes pretenden enseñar. A pesar de representar una labor de introspección: “esto se ha de comprender no tanto como un desciframiento de sí por sí mismo, cuanto como una apertura de sí que se da al otro” (Foucault, 1999). Por otra parte, el autor no hace un recuento como quien llega a un punto culminante, este libro fue escrito en los entre viajes, esperas y al llegar a casa, lo que nos da a pensar que más que un acontecimiento, el escritor trata de presentar un modo de ser que se manifiesta en la cotidianidad (Foucault, 1999).
Escribir es, por tanto, «mostrarse», hacerse ver, hacer aparecer el propio rostro ante el otro. Y por ello hay que entender que la carta es a la vez una mirada que se dirige al destinatario (por la misiva que recibe, se siente mirado) y una manera de entregarse a su mirada por lo que se le dice de uno mismo. La carta habilita, en cierto modo, un cara a cara. (Foucault, 1999, p. 300)
Siguiendo a Foucault, las cartas no tendrían por objetivo reafirmarse a sí mismo o realizar una compilación de un trabajo, sino mostrarse, en tanto disponerse a dialogar; por ello, cuando pretendemos ponernos cara a cara a Freire, no nos referimos estrictamente a la figura del pedagogo, sino a su pensamiento, a sus prácticas, al modo de ser, y a aquel diálogo que propone. Freire supo producir una apertura similar a un espacio donde se hace posible la conversación, esa que requiere escucha y silencio, porque las palabras del escritor no están impresas de una vez y para siempre, requieren de una interpretación hecha de estudio, incluso advierte de la necesidad de leer con un diccionario en mano, metáfora y no, que nos dice que habremos de participar de la inteligencia del texto, es decir, leer y escribir con él las cartas.
No poseo la verdad-este libro contiene verdades y mi sueño es que ellas, provocando o desafiando las posiciones asumidas por sus lectores, los comprometan en su diálogo crítico que tenga como campo de referencia su práctica, así como su comprensión de la teoría que la fundamenta y los análisis que hago aquí.
(Freire, 1994, p. 72)
Las cartas tienen un destinatario, en este caso se dirigen a las educadoras y los educadores, no a cualquier lector, ni a uno pasivo o receptivo. Aunque se trata de cartas públicas, esto no anula la intimidad que anida en el género epistolar, por ello, no solo quién escribe materialmente la carta se deja ver, para leerla es necesaria la misma operación en el destinatario. En este sentido, la conversación entre maestros que intenta entablar Freire no da respuestas, sino que nos lleva a ver la práctica a la luz de la teoría en lo cotidiano. El compromiso que esto demanda es uno que conlleva cierta dificultad, no precisamente en erudición, sino en la exigencia de nuestra intervención y lo que ello implica, es decir, trabajar en la forma en qué leemos y escribimos, la disciplina intelectual y política a la que llevamos nuestro pensamiento y práctica, y cómo esto produce una comprensión y dominio en lo cotidiano.
Estas cartas que escribió Freire (1994) tienen características particulares que excluyen otras acepciones del género epistolar en las que la correspondencia es objeto para seguir el rastro del trabajo tras bambalinas de un autor, conocer aspectos personales o como testimonios de su comunicación con otros interlocutores. Sin anular su carácter íntimo por tratarse de cartas públicas, y sin sacrificar el aspecto formal y riguroso, intuimos que el pedagogo brasileño, eligió esta escritura consciente de que el diálogo es medular en lo educativo, por ser un acto político. No escribe un manual, nos lleva a introducirnos en la discusión y nos da herramientas para leer el mundo con él. Aquí es donde Freire expone su congruencia, en una práctica que en relación con la teoría se torne transformadora, que lo que se hace no difiera de lo que se dice: “[…] cuanto más reduzcamos la distancia ente lo que hacemos y lo que decimos […]. Estaremos desafiándonos a nosotros mismos a luchar más en favor de la ciudadanía y su ampliación” (Freire, 1994, p. 133). Freire inventa una ciudadanía en la lectura y escritura de sus cartas.
El método que nos plantea para leer y escribir, en este caso en el género epistolar, es una exposición y apertura que él mismo ejecuta, y con el que sigue afirmando que los problemas educativos, más que pedagógicos, son políticos, es decir, cómo nos relacionamos con otros, cómo concebimos el mundo y participamos de la vida pública, nuestra capacidad para ver las diferencias y tolerarlas, así como rechazar y denunciar lo intolerable, amar y saber luchar, en ello estaríamos inventando una ciudadanía, pues de acuerdo con Freire (1994) la ciudadanía no está dada, se produce, con disciplina intelectual y política, en las que profundizaremos enseguida.
Repensar la práctica
El desafío que nos traza Paulo Freire (1994) es el de repensar nuestra práctica como maestros, las discusiones que pone en la mesa nos retan en diversos sentidos: el de la apertura, el de ser conscientes de nuestra práctica, el de comprender la teoría y desde ella tomar distancia, y volver para confeccionar, más que una interpretación, una renovación de nuestra mirada sobre la práctica y el saber de ella, identificar las posturas políticas que asumimos y empeñarnos en ellas. Empero, no nos abandona, conversa con nosotros, nos va dando herramienta y cede ante la curiosidad, aunque no sin dificultad.
La cuestión central que se nos plantea a nosotros, educadoras y educadores, en el capítulo de nuestra formación permanente, es la de cómo hacer para, partiendo del contexto teórico y tomando distancia de nuestra práctica, desentrañar de ella su propio saber. La ciencia en la que se funda. En otras palabras, es cómo desde el contexto teórico“tomamos distancia” de nuestra práctica y nos hacemos epistemológicamente curiosos para entonces aprehenderla en su razón de ser. (Freire, 1994, p. 116)
La lectura y la escritura son puntos nodales en las obras de Freire, no es extraño que gran parte de las cartas versen sobre este tema, sobre todo porque en ello solicita una forma particular de leer las misivas, pero también porque considera este aspecto como fundamental en la práctica educativa y para repensar la misma. El autor ve en la lectura y escritura una forma de acercarse al mundo, de desarrollar disciplina intelectual y también política. Teniendo esto en mente, daremos los primeros pasos en comprender la lectura y la escritura freirianas:
Nadie que lee, que estudia, tiene el derecho de abandonar la lectura de un texto como difícil, por el hecho de no haber entendido lo que significa la palabra epistemología, por ejemplo.
(…) Como lectores no tenemos derecho a esperar, mucho menos a exigir, que los escritores realicen su tarea -la de escribir- y casi la nuestra -la de comprender lo escrito.
(Freire, 1994, pp. 36-37)
Anteriormente hemos señalado que las Cartas a quién pretende enseñar, fueron escritas por Freire (1994) con la intención de que resultaran desafiantes para sus lectores, en ese caso con la finalidad abierta de activar la escucha e introducirnos en la conversación epistolar. Sin embargo, siguiendo al autor, la dificultad es una característica que de manera general habitaría a la lectura y escritura cuando se aspira a comprender lo que se quiere decir, aunque no se trate de cartas. Esta dificultad para comprender un texto se puede ver alimentada por el miedo o la inseguridad, la disciplina a desarrollar debe afrontar el temor a lo desconocido, al peligro, a la soledad, a las dudas sobre nuestras capacidades y habilidades; según el educador brasileño, no basta con negar el miedo o la inseguridad, sino desafiarlo, aun a pesar nuestro. La lectura y el estudio llevan esa dificultad a cuestas, las constituye en alguna medida, y en tanto lectores y escritores sería nuestro deber asumirla.
[…] el acto de estudiar siempre implica el de leer, aunque no se agote en éste. De leer el mundo, de leer la palabra y así leer la lectura del mundo hecha anteriormente. Pero leer no es mero entretenimiento ni tampoco es un ejercicio de memorización mecánica de ciertos fragmentos del texto.
(Freire, 1994, p. 30)
Orientar la mirada hacia nuestra práctica, ir a la lectura y escritura, hacer frente a la dificultad, para volver a mirar la práctica. En esa operación se toma distancia de la práctica para verla con nuevos ojos: “La ‘toma de distancia’ que la ‘lectura’ de la codificación les permitió, les posibilitó o los aproximó” (Freire, 1994, p. 35). Esto puede generar un acercamiento más complejo a la práctica, contemplando la dificultad y el estudio en la lectura como elementos que la hacen crítica y creadora. Por ello el estudio no solo busca absorber conocimiento o memorizar, sino también ejercitarse en la lectura: “Estudiar es desocultar… es percibir sus relaciones con los otros objetos. Implica que el estudioso, sujeto del estudio, se arriesgue, se aventure, sin lo cual no crea ni recrea. (Freire, 1994, p. 36).
Tal vez, esto represente un tipo de relación especifica con el texto, tal como lo propone el pedagogo español Jorge Larrosa (2019), quien afirma que no es tan relevante la diferencia entre lectura y escritura para pensar la relación que desarrollamos con el texto escrito; por otro lado, señala que al leer o escribir, el libro debe tener algo de incomprensible y el lector debe ponerse en juego así mismo. Si tomamos la idea de Larrosa para explorar cómo sería la relación con el texto escrito (lectura y escritura) en Freire, aunado a la dificultad, estarían presentes la curiosidad y el riesgo: “Nadie lee o estudia auténticamente si no asume, frente al texto o al objeto de la curiosidad, la forma crítica de ser o de estar siendo sujeto de la lectura, sujeto del proceso de conocer en el que se encuentra” (Freire, 1994, p. 31).
Siguiendo a Larrosa (2019) esa relación con el texto escrito es una forma de atención (demanda detenerse, silencio y escucha), en la que el mundo se presenta como público porque está en medio como texto, un mundo que no está terminado, sino que se participa de su creación en sentido amplio, más allá de lo inmediato. El profesor tiene por deber elegir, dar y exigir atención a ellos como un atender al mundo. “El mundo es público porque está en medio (en forma de texto) y porque es legible” (Larrosa, 2019), ese mundo que se transmite en la educación y que se hace con otros, del que se conversa y por el que se pregunta en la lectura y la escritura. El texto tiene otras cualidades que se despliegan en la relación que se entable con él, las cuales no han de responder a un para qué sirve ni servir como motivación; deben ser interés y exigencia. Por ello, señala que el estudiante está más del lado de la receptividad que de la actividad, pues la receptividad llevada al extremo es atención. Esta relación pugna por ir más allá de la transmisión de mecánica de conocimientos y crear condiciones para involucrarse en la producción de él, a través del desarrollo de cierta sensibilidad y crítica.
“Es preciso, ya finalizando, que los educandos, experimentándose, cada vez más críticamente en la tarea de leer y escribir, perciban las tramas sociales en las que se constituye y se reconstituye el lenguaje, la comunicación y la producción del conocimiento”
(Freire, 1994, p. 51).
Parte de lo que vincula a la disciplina intelectual y la disciplina política en Freire, es el desarrollo de pensamiento crítico para comprender y cuestionar, para no tomar por cierto o falso lo que se nos presenta sin más, sino examinarlo en su constitución, en las vías en que llega a nosotros y la credibilidad que le otorgamos. Estas no simples voluntades, sino que se instruyen, la relación con la lectura y la escritura representan un ejercicio para desarrollar dichas disciplinas, pero no han de confundirse con llanos instrumentos para la comunicación, sino también una de las condiciones de las cosas, en tanto son lenguaje, que dice nuestra vida y cómo se constituye nuestro mundo: “[…] es indispensable la reflexión crítica sobre los condicionamientos que el contexto cultural ejerce sobre nosotros, sobre nuestro modo de actuar, sobre nuestros valores” (Freire, 1994, p. 118), estas reflexiones no las tenemos a la mano, son disciplinas, hay que empeñarse, arriesgar y ejercitarse en ellas.
El lector no viene a descubrir un mundo terminado antes de él, sino a participar de esa creación. En la lectura como ejercicio de atención, de escucha, y también de escritura, el mundo se estaría configurando ante nuestros ojos, no como revelación o creación personal, sino como diálogo diferido, como creación de un mundo con otros, en esto consistiría el carácter epistolar en la invención de la ciudadanía. Esto no da automáticamente un sentido de justicia social o desemboca en ejercer una participación ciudadana ejemplar, o interés en la vida pública, en todo caso representa el acceso a herramientas y una disciplina que pueden detonarlo. De esta manera las educadoras y los educadores, tenemos por enmienda acercar a nuestros estudiantes al texto escrito, pero también es la disciplina en la que hemos de repensar nuestra práctica.
El aprendizaje del educador al educar se verifica en la medida en que el educador humilde y abierto se encuentre permanentemente disponible para repensar lo pensado, revisar sus posiciones; en que busca involucrarse con la curiosidad del alumno y los diferentes caminos y senderos que ella lo hace recorrer. (Freire, 1994, p. 28)
Uno de los aspectos que hace que los trabajos y el método sobre lectura y escritura freirianos sean tan valiosos es que articulan práctica y teoría, pero son siempre un trabajo, repensar la práctica no es disponerse a adquirir consejos y sugerencias, sino tomar distancia y riesgos desde la teoría, para ver con nuevos ojos la práctica, incluso si hablamos de capacitación, el imperativo del análisis crítico de la práctica (Freire, 1994) está presente. Por ello, la relación con el texto escrito que hemos esbozado no es ajena a los profesores y exclusiva para los estudiantes, así como tampoco se trata de un saber que se adquiere y se posee definitivamente, sino una disciplina en la que se entrena constante y repetidamente, que paralela a la apertura y humildad, habilita el diálogo, habilita repensar la práctica.
La invención de la ciudadanía
La tentativa política se encuentra en cada acto educativo, por lo que, la lectura y escritura no son actos neutros, ni meramente pedagógicos, sino que en ellos se condensan posturas y principios políticos, cómo participamos, cómo nos vinculamos y hacemos mundo con otros, qué valoramos, toleramos o amamos, a todo ello responde el acto de educar. Para evitar caer en un discurso vacuo, Freire (1994) se aboca a desmembrar en el ejercicio de la lectura y escritura cómo se articulan las relaciones con el mundo, y dialoga con los maestros, sabiendo que en las aulas, en la práctica cotidiana, somos nosotros quienes tejemos las hebras políticas que posibilitarían un cambio de dirección: “Es muy cierto que la educación no es la palanca de transformación social, pero sin ella esa transformación no se da” (Freire, 1994 p. 59).
De acuerdo con Freire, la ciudadanía es una invención, una producción política que requiere disciplina, no ser abandonada ante las dificultades, tal como establecimos a propósito de la relación con el texto escrito, podemos identificar en ella ambas disciplinas: “Estaremos forjando en nosotros mismos la disciplina intelectual indispensable sin la cual obstaculizamos nuestra formación así como la no menos necesaria disciplina política, indispensable para la lucha en la invención de la ciudadanía” (Freire, 1994, p. 133). El educador brasileño rechaza la dicotomía entre disciplina intelectual y política, sostiene que si bien son diferentes, no discrepan una de otra. Como educadores queda asumir el carácter político de nuestro quehacer, no dejarlo al azar, en cuyo caso estaríamos dejándolo en manos de poderes constituidos. El trabajo de concientización en Freire puede ser entendido no tanto como abrir los ojos, sino como producir condiciones y orientar un ejercicio.
Leer para conocer, para hacer aparecer físicamente, inmediatamente, a aquellos con los que se lee y escribe, tal vez no siempre se trate de los autores, ni de cartas, pero sí de imponer un diálogo y no aceptar llanamente lo que se nos presente. Hablamos del carácter epistolar en la invención de la ciudadanía, porque no basta con leer sin intervenir en la escritura que leemos. Por esto, las cartas de Freire son una resistencia, porque abren una conversación con nosotros, a partir de la cual tenemos la posibilidad de disentir, coincidir, extender o proponer temas para continuar el diálogo. En este tenor tendríamos que decir que en la educación, al implicar críticamente la confrontación con la lectura y escritura, nunca sabemos qué resultará de ello, no sabemos si el mundo en efecto sería más democrático, más justo e igualitario, podemos decir que probablemente la participación sería consciente, en su calidad de deliberada, no casual o accidental, y que brindaría elementos para pensar en condiciones más igualitarias, para participar del mundo y la vida pública, pero no sabemos si estas serían mejores.
Reflexiones finales
A modo de cierre, la alfabetización, la lectura y escritura han sido saberes fundamentales para la participación ciudadana como prácticas transformadoras, en cuanto que habilitan la “lectura el mundo”, interpretarlo, comprender, tomar distancia. No podemos decir que en la actualidad sea una cuestión superada, el ejercicio de lectura y escritura se ha vuelto más complejo, y trabajar la relación que desarrollamos con el lenguaje sigue siendo crucial para las disciplinas intelectual y política, pues, aunque hablemos de alfabetización tecnológica, ésta no excluye a la lectura y la escritura. Por otro lado, cuestionar las formas en que convivimos con otros, con la diferencia y la lectura que hacemos del mundo, requiere de otras habilidades que habremos de imaginar a partir de repensar nuestra práctica, tomando distancia a la luz de la teoría para inventar otras ciudadanías posibles.
Las cartas que Freire (1994) dedica a las educadoras y los educadores discuten otros temas que amplían los aquí presentados y que no son menores: las luchas por los derechos laborales que reivindiquen la labor docente, sus salarios y reconocimiento como actividad profesional; también se refiere al amor como un acto combativo y la tolerancia como relación con la diferencia, no para solapar lo intolerable. Estos son puntos que se desprenden del compromiso político y la preocupación por la comunicación que impulsaron a Freire para escribir estas cartas. Finalmente, nos interesa mencionar que, la práctica compasiva es saber y estar convencidos de que la educación es una práctica política (Freire, 1994, p. 108), si asumimos esto, las discusiones políticas tal vez dejen de girar en torno a bienes individuales en detrimento de los colectivos, o tal vez dejemos de reducir la compasión a un sentimentalismo efímero, para más bien encarnarla como razonamiento político; ¿qué práctica política, qué educación sería posible desde el saber compasivo?
Referencias
Foucault, Michel. (1999). Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales, volumen III. Paidós.
Freire, Paulo. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.
Freire, Paulo. (1992). Pedagogía de la esperanza. Siglo XXI.
Freire, Paulo. (1994). Cartas a quien pretende enseñar. Siglo XXI.
Larrosa, Jorge. (2019). P de profesor. Noveduc.