La palabra a las maestras
- Maria Cristina Mecenero
- n. 8 • 2010 • Instituto Paulo Freire de España
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La palabra a las maestras
Maria Cristina Mecenero
Tomar la palabra públicamente es un acto político. Un acto político potente. Sé que algunas o algunos, llegados al adjetivo político se habrán echado para atrás y, vistos los tiempos que corren, además de esperarlo, hay que comprenderlo y solidarizarse con ello. Explico por tanto, que entiendo la palabra político en su sentido originario: relacionado con los motivos o los acontecimientos de la vida pública. Relacionado, ligado, dependiente, junto: también estamos unidas a lo que acontece en la escena parlamentaria y si la mayoría del gobierno, como ha pasado a finales de octubre de 2008, promulga una ley que establece una nueva ordenanza de la escuela, nosotras estamos implicadas por partida doble, primero como ciudadanas, segundo como maestras. La ley 169 nos está pidiendo participar en una nueva organización de la escuela primaria. Más exactamente, nos obliga, ya que la ley supone un deber. Lo sucedido con la escuela primaria - o sea un cambio decidido desde arriba, sin a consultar la comunidad pedagógica - esta aconteciendo en otros ámbitos, por ejemplo en las escuelas infantiles de Verona, que la administración ha decidido privatizar en el mes de marzo de 2009, sin consultar a los padres, o sea a la ciudadanía, ni a las maestras, o sea a la “mano de obra”. Y en la escuela infantil pública de Milán, donde desde el año que viene no estará garantizada la co-presencia de las maestras. A nivel ministerial se pide aumentar el número de alumnos por sección y recortar el horario de servicio en todos los niveles escolares. Hasta este punto ha llegado el estado de las cosas, por razones de caja, dicen, por la economía en crisis.
¿Y nosotr@s? Desde septiembre de 2008, cuando empezó la movilización, las maestras han actuado lentamente pero desde el principio. Hubo maestras que escribieron a los periódicos, a los dirigentes, al Ministro, al Presidente de la República. Otras hablaron en las asambleas con los padres - con el corazón en la mano, como diría alguien que las escuchó, quedó impresionado y comentó: “nunca se oye hablar de esa forma de la escuela primaria”. Contaban con ese lenguaje suyo que no es intelectual, no es académico, ni es jerga, ya que los años de experiencia con l@s niñ@s enseñan a decir de forma simple cosas grandes y complejas, abarcándolas con cariño. Una comunicación eficaz, un empeño puesto en lo que ha sido recibido como una llamada a la que responder: comunicar el sentido de una experiencia en la que llevamos años y no es conocida, y lo hemos entendido ahora cuando madres y padres admitieron: “No habíamos entendido”. No comprendieron ell@s, así como no explicamos nosotr@s ciertas experiencias. Y, por ejemplo, entre éstas, las co-presencias, momentos que permiten la escuela activa y la individualización de la enseñanza, y que dibujan, junto con lo demás, el gran horizonte del compartir las responsabilidades con otras maestras de una misma clase o sección.
Entre nosotr@s hubo en estos meses quienes hablaban en las calles, con la gente que se cruzaba por el barrio, con el panadero (y también con el empleado del banco, con la farmacéutica) al que entregaba, además, un texto escrito por su propia mano, en el que explicaba porqué no compartía la idea del maestro único, no rechazaba un cambio en la escuela, sino ésta perspectiva de cambio. Ésta deja presagiar una escuela muy distinta a la que habíamos dedicado energías y pasión. Hubo las que, entretanto, pedían a vecinos y conocidos que vieran una película-documental, “El amor que no olvido” (TvDays, 2008), grabado a partir de aquellas experiencias que la ley habría dejado de garantizar. Si encontraba gente que sostenía la que ha sido llamada de forma impropia Reforma Gelmini, hablaba y seguía el intercambio a través del correo electrónico. Sin enojos y manteniendo el impulso: prestaba el DVD de la película, escuchaba las opiniones, discutiendo y volviendo a plantear argumentaciones.
La acción más política se realiza en el discurso: lo dice una de las pensadoras más grandes del '900, Hannha Arendt (Vita activa. La condizione umana, Bompiani, Milano, 1991), y nos señala que “encontrar las palabras oportunas en el momento oportuno, independientemente de lo que quieran informar o comunicar, significa actuar” (pp. 20). Así pues, subrayamos esto: l@s que han tomado la palabra en estos meses, l@s que lo harán en los próximos, están efectuando una acción política, siguiendo un deseo, o sea: que eso que tienen en común con l@s otr@s - una cierta idea de escuela, una cierta idea de relación con la infancia - perdure, se mantenga en nuestra sociedad y se siga compartiendo. Somos cada día más l@s que creemos en el valor que ha tenido - y tiene - estar implicado en una búsqueda de palabras, dialogo, comunicación y, al contrario, en el peligro que nos acecha cada vez que somos más papistas que el papa, políticas sin quererlo, y acabamos aplicando lo que se nos pide, pensando que todo ha sido decidido, dicho, prescrito. Sin embargo, nunca lo es del todo, si no sería como decir que el mundo, lo sociedad, la vida, ha llegado a cristalizarse en una forma fija, igual y única para el resto del tiempo.
“(...) la realidad siempre está entregada a las palabras y a las relaciones entre los vivientes como un tejido al telar, y nosotros estamos haciéndola y deshaciéndola constantemente según como estamos entre nosotros y el lenguaje que hablamos” (Al mercato della felicità, Mondadori, Milano, 2009, pag. 37) escribe la filosofa Luisa Muraro, que sugiere no utilizar la actitud equivocada de medir el propio deseo con lo real realizado. Lo real, de hecho, nos recuerda la autora, no se agota nunca en la realidad representada, sino que supone siempre lo posible y lo imposible. Para l@s que se ocupan de acompañar el crecimiento, la perspectiva abierta por esta visión no es desconocida; de hecho el aprendizaje, la evolución del saber y del ser, se juegan en el interior de este territorio (nunca se sabe lo que florecerá, de lo que cultivamos en las relaciones educativas, cómo florecerá y cuándo).
Se puede actuar políticamente en primera persona e independientemente de los políticos de profesión; por un lado, sin tener como referencia dogmas o partidos y, por el otro, sin ser ejecutoras pasivas: éste es uno de los núcleos que es necesario rediscutir y relanzar. Podemos habitar nuestra función pública con conciencia y coraje. Manuela, una compañera, escribió: Repensando mi relación con los padres, recuerdo unas experiencias particularmente significativas. La primera se refiere a los años en que trabajaba en la Escuela Montessori en Milán, donde cada mes los padres tenían la oportunidad de asistir a una jornada escolar normal de sus hijos. La escuela se abría a l@s usuari@s desde las 9.30 a las 15.30. Las mamás y los papás podían entrar en todas las clases de la escuela y observar las diversas actividades. Los pequeños gestos cotidianos, las solicitaciones comunes, las estimulaciones del ambiente, las relaciones entre niñ@s y con los adultos que de ellos se ocupaban cotidianamente, provocaban una mirada, a veces sorprendida, sobre el valor de la experiencia escolar de l@s niñ@s. El reconocimiento, la apreciación, hasta la gratitud eran los efectos asegurados de una iniciativa valiente, y muy simple, de la escuela montessoriana. Estoy segura de que esos padres hubieran defendido “su” escuela con pasión si alguien hubiese intentado minar su calidad.
Trabajar por y para lo que se cree, requiere esfuerzo, bien lo sabe quien trabaja con la infancia. Además, existe un esfuerzo del que no podemos escapar, que el difundido sentido común piensa evitable y que provoca más bien rabia cuando estamos obligadas a entregarle energía: otorgar sentido, compartir el sentido de las cosas que hacemos con la comunidad de los padres, de los adultos que se interesan a la escuela, de las mismas maestras, o sea entre nosotras, compañeras, y con otras más o menos cercanas. Sin embargo, no tenemos escapatoria, el sentido nunca será otorgado de una vez por todas y lo que ha sido conquistado nunca lo es para siempre. Existen unos logros precarios que nosotras también debemos ayudar a que perduren: cualquier cosa que hagamos o experimentemos puede tener un significado sólo en la medida en que se comparta.
Dar la palabra a las maestras, estando a su lado, haciendo que el terreno desde el cual se parta, para pensar y modificar la escuela, sea el de las mujeres, y de los hombres, que trabajan en las instituciones escolares junto con el de l@s niñ@s: será sobre todo a través de esta manera como se podrá realizar el cambio de la política institucional escolar. En este momento la posición de las instituciones no es de escucha. Y tenemos claro que la cuestión - que es la cuestión de la infancia (¿qué inversiones de amor y de cuidado llevan años haciendo nuestros políticos, de cada grupo, por y para l@s niñ@s?) y de la comunidad de adultos-docentes que se hacen cargo de la infancia (¿y qué estrategias para sostener y ayudar a quienes trabajan con ellos?) – no ha sido nunca verdaderamente enfrentada en estos meses de debate valiente y colectivo.
Nosotr@s, grupo de maestr@s de primaria que se ha constituido como redacción, hemos querido empezar por l@s que sí saben de que se está hablando, y como “La palabra a las maestras”, de hecho, es el nombre que hemos dado a una iniciativa publica, con una invitación a todas las maestras de la escuela primaria y de la escuela infantil que quieran, a escribir cartas y artículos sobre sí mismas y su propia experiencia construida en los años que llevan trabajando juntas. Los textos se publican en la página http://www.forumscuole.it/parola-alle-maestre. En octubre escribíamos: “No estamos acostumbradas a tomar la palabra en las grandes asambleas. Por lo demás somos unas mujeres tímidas y reservadas y muchas de nosotras no tienen completa conciencia de lo extraordinario que realizan cada día. Pero las políticas de este gobierno y nuestra costumbre al dialogo y a la colaboración nos han empujado a la acción en primera persona. Hay un nuevo sentir que está emergiendo: estamos encantadas y orgullosas de lo que hemos realizado en años y años vividos en la escuela y estamos determinadas a no dejar que nos lo arranquen. Hemos recibido muchísimas cartas y estamos contentas, del esfuerzo por hablar hecho por cada una de nostras para decir y testimoniar nuestro empeño civil, humano y cultural a favor de una escuela por tod@s y para tod@s”.
Es típico de estos tiempos, en nuestro país, tener poco sentido de la perspectiva y ninguna capacidad en la lectura de las señales que llegan desde el entorno, ya sea el natural o el social, no hay ninguna diferencia. Ningún sentido de la perspectiva, ninguna capacidad de lectura de lo real: éstas son dos faltas que cuando se presentan en la educación, y no sólo en ésta, generan preocupación. Y con razón.
Así que, para algunos es evidente, pero no para todos, que cuando se quita la tierra de debajo de algo, lo que se encuentra cerca puede derrumbarse de forma imprevista: estamos conectados, una mariposa mueve las alas aquí y ¿al otro lado, que pasa? El que hace política debería saberlo, saberlo aún más; sin embargo, en estos tiempos, nuevos y desordenados, sucede que quien más lo sabe es la sociedad civil, o por lo menos una parte de ésta, y no los que ocupan posiciones de poder. Por ejemplo, una maestra escribe en la página web: De malestar, enajenación, aislamiento, debilidades sociales, a través de la implicación personal de much@s maestr@s, se ha ocupado la escuela; con resultados a veces excelentes y a veces no, pero ¿cuál sería la alternativa? Excluyendo algunos grupos de ideología católica, ¿quiénes llenarán aquel 'tiempo' que el Gobierno quiere quitar a la escuela? ¿El conserje? ¿La recién licenciada contratada a través de cooperativas, ya que así tiene un sueldo más bajo?
En la escuela donde trabajo nos hemos ocupado de muchos problemas, teniendo alumnos de instituto, de campamentos gitanos, de centros de acogida. Puede que no hiciéramos lo suficiente, y sin embargo, sin aquellas acciones (¿débiles?, ¿fuertes?) a través de las cuales intentamos afrontar las emergencias, su estado hubiera sido ahora mucho más grave. Claro que los recortes aumentarán rápidamente las entradas del Estado, pero ¿cuánto costará después remediar los problemas abandonos a sí mismos, que no se arreglan solos? ¿No estamos ya pagando por decisiones tomadas con anterioridad y para poner parches, dejando que sea la posteridad la que arregle los desastres? La sociedad se va al garete y ¿seguiremos aplazando la asunción de esta ruina como una herencia molesta de la que nadie quiere hacerse cargo? (...) Nunca oigo hablar de todos aquellos (y conocí muchos), y no son pocos, que hacen este trabajo con pasión, cargándose de muchas horas gratis et amore dei, ocupándose de los barrios degradados, sacando a los chicos de la calle, contrastando al crimen organizado, mostrando una alternativa y luchando toda la vida en contra de cosas de las que, después, se les acusa. Lo que el Gobierno quiere recortar debería potenciarse: contrarrestar la simplificación en la escuela, el pensamiento único, aquellas anestesias coloreadas que son los programas televisivos, mostrar una postura alternativa a la supina, pasiva, que fabrica el rebaño, la manada, haciendo que florezca aquella curiosidad que es la libertad, la inmensidad del pensamiento. Puede que nosotros, las maestras, no hiciéramos lo suficiente, ¿pero, quien lo hizo en Italia?.
Las palabras de las muchas maestras que escribieron estos meses, para decir que no estaban de acuerdo con l ideas del maestro único, de la abolición de las co-presencias, de las clases puentes, son palabras de un idioma que aúna vida y pensamiento, afecto e investigación. Escribe Stefania: “Llevo 23 años como maestra de primaria, desde hace 3 empecé el largo recorrido de la adopción y puede que, en breve, sea también madre. Probablemente el niño, o la niña, que entrará en nuestra familia ya será grande e irá a la escuela, hablará otro idioma y el color de su piel será distinto al nuestro. (…) Ahora pienso en la escuela que podría encontrar y lo que predomina en mí es la preocupación y el temor a que esté ausente ese potencial emotivo presente en la espontaneidad de nuestro primer encuentro y en la autenticidad del primer contacto. Junto con la suya, imagino la soledad de muchos niñ@s que llegan desde otro lugar; pienso que él o ella, además de los obstáculos que deberá superar para aceptar dos nuevos padres, se encontrará en un ambiente que subraya a más no poder lo que es distinto, sin valorizar lo que es común: el ser un@s niñ@s que miran lo que los rodea, confiados en que alguien los pueda acompañar”.
Escribir nuestras razones es actuar. Hay que aprovechar este momento y decir lo que sabemos acerca de la escuela y de las necesidades de l@s niñ@s. Nosotros sabemos más que los políticos y también que los expertos, ya que llevamos viviendo mucho tiempo al lado de la infancia y hemos dedicado a la relación con ésta pensamiento y energía. En esta misma revista el editorial de diciembre de 2008, con título “En contra de las maestras, en contra de las madres, en contra de l@s niñ@s. Una reforma en contra de la obra femenina”, lleva la firma de una maestra de la escuela infantil, Laura Forlin: los editores y los periodistas que nos ceden espacios también están actuando por la escuela que queremos, debemos asumirlo y sentir que esas complicidades son valiosas, hay que reconocerlas y ponerlas en contacto con los gestos de los padres que están inventado y organizando momentos de fiesta, protesta y reflexión sobre el mundo de la educación.
A muchas les resulta más fácil contar oralmente, algunas saben hacerlo con arte, para otras escribir es un desafío y un deseo: ahora es importante tener como brújula la idea de que a través del lenguaje podemos sacar a la luz lo que creemos y lo que aprendimos de la infancia. La experiencia no es suficiente, dice Muraro, “es necesario tener conciencia de ella, si no la tiramos sin más; y tampoco la conciencia es suficiente, es necesario traducirla a la práctica, volverla costumbre (…) (pag. 9)”. Si no exageramos el poder del poder (pag. 24) – el poder de la instituciones, del ministerio, del dirigente escolar – y si introducimos en el juego de los intercambios de ideas nuestro saber, a través de gestos, palabras, ya estamos salvando nuestra realidad del caos y de la perspectiva de la repetitividad sin esperanzas. Y después debemos pedir, requerir, el debate sobre el cambio en la escuela en el momento correcto; escribe Vita Cosentino: “El otro nudo político es que no se puede dejar solas a las maestras: siempre son necesarias nuevas mediaciones si lo que se quiere es cuidar este tesoro creado por ellas para toda la sociedad” (Existen cosas mejores que lanzar tuercas”, n. 88, marzo de 2009, “Via Dogana”, pag. 6).
Concluyo con las palabras de una anónima compañera que nos escribió; no quiso decir su nombre, sin embargo quiso decir su pensamiento. Nosotr@s que lo recogimos decimos ahora que muchas de nosotr@s lo subscriben, las maestras de esta perturbada, y perturbante sociedad italiana:
“En realidad, y para resumir, somos aquellas que os han enseñado a leer y escribir. Aquellas que han sido empujadas hacia la diversidad, en la trinchera – y sea bendecido el Señor – cuando todavía los “diversamente hábiles” eran llamados “minusválidos”. Aquellas que han alfabetizado a los extranjeros desde el primer día de su llegada. (…) Aquellas que no han podido quedarse a mirar sino que han sido arrastradas detrás, al lado y a veces por delante, por los cambios de la sociedad. Yo he sido maestra única, he hecho el aula de tarde, la jornada completa, las actividades integradoras, el modulo, el maestro prevalente… He evaluado con números, letras, anotaciones y comentarios. De los ministros que tienen la edad de los ex-alumnos quiero respeto, consideración y escucha porque en el respeto por la historia de la escuela está el respeto por la historia de un país y de su cultura. No somos todas “comunistas”, nosotras, las maestras. Es una falsedad electoral, un prejuicio, una noticia genérica, maligna y aproximativa. Intelectualmente deshonesta. Hemos “servido” bajo una mayoría de ministros democristianos, en una estructura rígida que induce a la obediencia y a la mediación más allá de las costumbres del “mundo”. Pero estamos atentas y vivas, no estamos acostumbradas a hablar de nosotras, pero sí estamos atentas a los detalles. Vemos mucho, sabemos mucho de las historias cotidianas de las familias y de la gente. Contribuimos a “hacer a los italianos”, no contribuiremos a deshacerlos”.
La palabra a las maestras, “Bambini”, 2009, número 4, pp. 6-8.
Traducción: Ana Ruiz y Loris Viviani